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Dos en la carrera / Kilómetro 43

La esperanza del Sporting, hipotecada

Tras la decepción del José Zorrilla, los rojiblancos, obligados a recuperar su mejor versión si quieren seguir

Jony se lamenta durante el partido en Zorrilla ante el Valladolid. MIKI LÓPEZ

Sin tiempo para recuperar el aliento, los cuatro vicemejores de la maratón de Segunda disfrutan ahora, por si con 42 no tenían bastante, unos kilómetros de propina, dos o cuatro: cuantos más mejor. Ese minitorneo del KO les exige exprimir las reservas que puedan quedarles. Es un premio equívoco, porque dejará a tres de ellos con la miel en los labios, cuando no con un sabor mucho peor, el del fracaso. El Sporting, el único corredor asturiano que ha llegado a esa prolongación, probó durante el primer tiempo de su partido en Valladolid no sólo una muestra de esa bazofia, sino que llegó a llenarse la boca de ella. Luego logró escupir una parte, con lo que entreabrió una puerta a la esperanza. A fuer de realistas, no es mucho más que una rendija. Para abrir del todo esa puerta y pasar a la siguiente y decisiva eliminatoria, el Sporting deberá recuperar su mejor versión, esa que lleva añorando demasiados partidos. Porque para quienes creían, o más bien deseaban, que el "play-off" iba a hacer tabla rasa de lo que había ocurrido anteriormente, el Sporting lo inició como si fuera una continuación de la Liga.

Un equipo frágil. Los últimos partidos ligueros habían puesto en evidencia que el Sporting se ha convertido en un equipo frágil. Por reciente, está a la vista de cualquiera que ha perdido cinco de sus seis últimos partidos. Y también, que en todos esos casos, salvo en uno, le marcaron más de un gol; en tres ocasiones, tres. Todo un contraste con su mejor momento, que se inició después de su derrota en Oviedo. A raíz de aquel encuentro el Sporting encadenó siete partidos consecutivos sin que le marcaran un gol, lo que le permitió escalar puestos en la clasificación, desde el décimo al primero. Las causas de esa fragilidad sobrevenida pueden ser muchas y variadas. Pero no la explican sólo las bajas. En Valladolid pudo notarse la de Álex Pérez, pero, con él, el Sporting había recibido cinco días antes tres goles del Córdoba. La clave quizás haya que buscarla en que el equipo, todo el equipo, ha perdido intensidad y defiende peor, lo que incluye cometer errores absurdos. Si nos centramos en el partido del jueves, los tres goles del Valladolid fueron precedidos de fallos rojiblancos. El primero se originó en una confusión sportinguista en su banda izquierda, a la que se añadió una probable falta de Mata a Juan Rodríguez, que abrió espacios a Calero para que rematase en franquía. El segundo se produjo en el lanzamiento de una falta cometida por Carmona que, sobre parecer evitable, era temeraria, por el lugar donde se produjo, como no tardaron en demostrar los hechos. Y el tercero llegó como consecuencia de la pérdida de balón que siguió a una absurda, por muy arriesgada, combinación a la que se entregó la defensa rojiblanca, con los vallisoletanos presionando, cuando lo que procedía era quitarse de encima el balón. Los tres goles del Valladolid llegaron en sólo nueve minutos. Y aún pudieron ser más, por el total desconcierto en que cayeron los jugadores del Sporting.

Hervías, determinante. Un cuarto gol del Valladolid pudo producirse cuatro minutos después del tercero, cuando el balón lanzado por Hervías desde fuera del área tropezó en Mata y se le enredó en las piernas cuando estaba a tres metros de la portería. El supergoleador pucelano se desorientó por un momento buscando el balón y eso salvó al Sporting de la que hubiera sido una hecatombe definitiva, en la que se habría potenciado todavía más el papel de Hervías. Si en el Valladolid hubo un jugador decisivo fue el exoviedista. Hervías sigue conservando el regate que le conocimos en Asturias, pero ha añadido otras cualidades, como más sentido del juego y un disparo muy estimable, que se hace peligroso en los lanzamientos de falta. El gol que le marcó al Sporting fue idéntico al que había conseguido contra Osasuna cinco días antes: más o menos desde el mismo lugar y en la misma portería. Tanto la barrera osasunista como la del Sporting saltaron en el momento del lanzamiento, pero en los dos casos el balón las superó limpiamente. Herrera, el portero osasunista, no opuso resistencia. Desbordado por la trayectoria del balón, hacia el palo contrario del que él cubría, se limitó a hacer una genuflexión. Mariño sí reaccionó. Pero, aunque en su estirada llegó al balón, lo hizo tan forzado que sólo pudo tocarlo, sin lograr impedir que entrase en la portería.

El Sporting, precipitado. El Sporting se dejó ver en los comienzos de los dos periodos, pero, aun así, en ellos volvió a recaer en los defectos que han caracterizado su juego en los últimos partidos: incapacidad para mantener el balón en el centro del campo y precipitación en los intentos de ataque, sin duda porque, al hacerlo siempre con pocos jugadores, y, por tanto, con menos posibilidades de apoyo, incurre una y otra vez en una especie de juego directo, con pases largos que dan facilidades a la defensa contraria. El gol rojiblanco fue la excepción. En ese caso el buen escalonamiento del equipo permitió que el balón saliera desde la banda derecha en apoyos cortos y rápidos hasta el centro del campo, donde Rubén García lo orientó hacia Jony, que sacó el máximo partido a la indecisión de Moyano.

De Jony a Santos. No fue casualidad que Jony, con su gol, recuperara para el Sporting las esperanzas que parecía haber perdido por completo tras los infaustos nueve minutos del primer tiempo en que el Valladolid le había goleado. Por mucho que intente convocarla, el cangués no logra que le ayude la inspiración que se puso de su lado para conseguir goles y asistencias memorables a raíz de su reincorporación a su antiguo club en el mercado de invierno. Pero, a la espera de que la genialidad vuelva a comparecer, no es poca cosa que Jony mantenga a buen nivel sus cualidades básicas, como la velocidad, la buena conducción del balón y la pegada con los dos pies, que en el Nuevo Zorrilla no sólo aparecieron en la jugada del gol. Así, en el minuto 81 una escapada suya por el centro, que comenzó junto al área propia, a raíz de un saque de esquina lanzado por el Valladolid, sembró el desconcierto en el equipo albivioleta, que sólo al final acertó a obstaculizar el tiro de Jony con la derecha. Más peligro había tenido una arrancada suya por la banda izquierda, al comienzo del segundo tiempo, originada en un espléndido saque de Mariño con el pie, que le puso en camino de desbordar a Moyano para acabar metiendo un centro raso sobre Santos, a quien la rápida salida de Masip tapó el remate. Fue, junto con una volea en el primer tiempo a pase de Carmona, y más que un cabezazo alto a centro de Calavera, una de las pocas ocasiones del uruguayo, al que, lejano y aislado, sus compañeros pudieron encontrar pocas veces, pese a sus intentos de desmarque.

No va a ser fácil. Con el resultado del José Zorrilla las esperanzas del Sporting están severamente condicionadas. Dos goles de desventaja no hacen imposible la remontada, pero son sin duda una pesada hipoteca. Levantarla requerirá que el equipo recupere, pese a la oposición del Valladolid de Sergio González, un equipo fuerte y con importantes recursos futbolísticos, de Mata para abajo, su mejor versión, esa capacidad que se le conoce pero que hace tiempo no exhibe. Es su reto a la altura del kilómetro 43 de una maratón que se antoja interminable porque ninguno de los implicados la quiere terminar todavía.

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