Barcelona, Luis GANCEDO

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La regasificadora de Barcelona mira hacia el Mediterráneo sobre una explanada ganada al mar en el gran puerto catalán y desde la que se atisba el castillo de Montjuic. La vista desde el complejo barcelonés propiedad de Enagás guarda algún parecido con la que se tiene desde los terrenos de El Musel que albergarán la futura regasificadora asturiana, que tendrá el Cantábrico enfrente y el faro del Cabo Torres asomando por el Oeste, como en Barcelona lo hace la antigua fortaleza-prisión militar. Entre la planta de Barcelona, la más antigua del sistema gasista nacional, y la que pronto se construirá en Gijón median los cuarenta años que tiene el negocio energético del gas natural en España, en el que Asturias ganará protagonismo desde principios de la próxima década.

¿Qué es una planta de regasificación y cómo es la vecindad con una instalación industrial así? La de Barcelona, a unos dos kilómetros de la zona poblada, ocupa 370.000 metros cuadrados -el doble que la prevista en El Musel- en un espacio del puerto que se conoce como «Muelle de inflamables», nombre de mal agüero para una terminal que, además de la regasificadora, acoge plantas de recepción y almacenamiento de productos petrolíferos y otros análogos. La Autoridad Portuaria está en la idea de cambiar lo de «Muelle de inflamables» por «Muelle de la energía». «Nunca ha habido ningún incidente de seguridad», aclara preventivamente Pedro Cano, ingeniero barcelonés y director de obras de la regasificadora.

La de Barcelona ha cumplido cuarenta años en 2009. Entró en funcionamiento a principios de 1969, por iniciativa de la sociedad privada Catalana de Gas y Electricidad. Nació para iluminar Barcelona y atender la demanda industrial de gas natural, «en plena etapa de desarrollo de la economía española», como ha escrito Enrique Carrión, el ingeniero de Cartagena que dirige la planta, sobre las décadas que siguieron a la extinción del período autárquico de la dictadura franquista.

«En esta planta se puede ver cómo ha ido perfeccionándose la tecnología, incorporando innovaciones que la regasificadora de El Musel tendrá de serie», subraya Pedro Cano, experto en un sofisticado proceso industrial que empezó a aplicarse en Estados Unidos en los años 40 del pasado siglo y que hoy se ejecuta en 60 plantas repartidas por todo el mundo, 6 de ellas en España. Resumido en trazo grueso, una regasificadora funciona así: tiene un atraque al que arriban grandes buques metaneros con el gas en estado líquido (a -160 grados centígrados); el combustible es trasladado a enormes depósitos (tanques) de almacenamiento provisional, hasta que, mediante un sistema de «vaporizadores», es devuelto a estado gaseoso e inyectado a presión en la red de gasoductos.

En síntesis, los tres elementos principales de la planta que funciona en Barcelona y de la que a partir de 2013 entrará en servicio en El Musel son el atraque, los tanques de almacenamiento y los vaporizadores.

l El atraque. La infraestructura para la recepción de buques ha ido renovándose en la terminal de Barcelona a medida que lo ha hecho también la flota internacional dedicada al transporte de gas. Los llamados metaneros o gaseros son buques dotados de doble casco y grandes depósitos con capacidades que hasta ahora venían oscilando entre los 50.000 y los 145.000 metros cúbicos. Su cometido es mover el combustible entre los centros de licuefacción, donde el gas extraído de los pozos se lleva a estado líquido por enfriamiento, y las plantas de regasificación. Es la solución a un problema físico y económico: la licuefacción permite reducir en 600 veces el volumen del gas. Así resulta factible un transporte por mar que, de tener que realizarse con el combustible en estado gaseoso, no sería viable.

El atraque de Barcelona está preparándose para acoger a la nueva generación de metaneros: buques con más de trescientos metros de eslora y capaces de transportar hasta 260.000 metros cúbicos de gas natural licuado, los denominados «Qmax».

La planta de El Musel estará equipada para operar con esos mismos buques gigantes, cuya entrada en los puertos requiere maniobras muy complejas. Una vez en el atraque, la descarga del combustible dura más de 20 horas. Se realiza mediante bombeo desde el propio barco. El gas licuado, a 160 grados bajo cero, es conducido a través de tuberías de acero inoxidable -resistentes a tan bajas temperaturas- hasta grandes depósitos, los elementos más visibles y singulares de las plantas de regasificación.

l Los tanques. La regasificadora catalana arrancó en 1969 con dos tanques con capacidad para 40.000 metros cúbicos cada uno. Tras sucesivas ampliaciones, el complejo está formado ahora por cinco depósitos y dos más que están en obras, gemelos de los que tendrá la dársena de El Musel.