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Llaneza: "El primer horno alto de coque asturiano fue un fracaso"

El facultativo de minas coordina un libro en el que se resumen los hitos clave para que el sector siderúrgico fraguara en la región

Luis Jesús Llaneza, en su domicilio de Mieres. FERNANDO GEIJO

Los dos primeros hornos altos de España que sólo consumían coque, abandonando así el carbón vegetal, se levantaron en Trubia en 1794. Les pusieron nombres muy rimbombantes. A uno lo bautizaron como "Volcán" y al otro como "Incendio". Pero algo falló. "Aquello fue un desastre. El producto salía frío. No valía". Lo explica Luis Jesús Llaneza González, facultativo de minas y coordinador de un libro sobre el comienzo de la actividad siderúrgica en Asturias. Abarca todos los acontecimientos claves que tuvieron lugar entre 1845 y 1850, cinco años vitales para fraguar el sector del hierro regional. Lejos ya de aquel primer fracaso.

La publicación, en la que se recogen una serie de conferencias sobre este asunto que se celebraron hace casi tres años, se presentará en un acto en el Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA) de Oviedo el martes, a partir de las siete de la tarde. El volumen resume esos trepidantes tiempos para la economía asturiana a través de varios hitos, entre ellos las primeras empresas del sector que se asentaron en las orillas del río Caudal gracias a la llegada de inversores extranjeros y de figuras poco conocidas como la del francés Adriano Paillette.

Asturias era en aquellos años un territorio fértil para que proliferaran pequeñas ferrerías. Fraguas de pequeño tamaño en las que al acero se le daba forma artesanalmente. La "producción de lingotes de hierro era minúscula", señala Llaneza.

Fue un grupo de ingleses el que le trató de dar un empujón definitivo a este sector en la región. "Observaron que aquí había hierro, carbón y posibilidades de desarrollar ferrocarriles. Ven un verdadero filón", señala. Así crearon la Astur Mining Company en 1844 con la intención de explotar esos recursos y traer a Asturias las técnicas siderúrgicas que ya se aplicaban en su país. Pero pronto se encontraron con problemas. No pudieron, por ejemplo, desplegar una vía de tren entre Mieres y Avilés para dar salida por mar a sus productos, como querían. Y con su ambición industrial acabó de un plumazo el duque de Riánsares, Agustín Fernández y Muñoz. "Quería hacerse el dueño de toda la industria asturiana, trató de ahogar a los ingleses y sacó adelante una ley para que las sociedades anónimas tuvieran que cumplir una serie de condiciones", explica Llaneza. Los ingleses no las superaban y el duque de Riánsares acabó comprando la empresa. "Eran años en los que había una especulación brutal porque el capitalismo no estaba constreñido por nada", explica.

Es entonces cuando aparece otra figura clave para que la siderurgia cuajase en Asturias, el industrial francés Adriano Paillette. Fue el fundador y director de la compañía Astur-Lenense, de capital mixto español y galo, y una empresa clave en estos primeros pasos de la industria del hierro asturiana. "Era un hombre polivalente que tenía unos conocimientos y una capacidad de relación con las personas extraordinaria", sostiene Llaneza. Pero la historia no ha sido justa con su labor. "En Asturias todo el mundo habla de Schultz o de Elorza, pero nadie de Paillette, pese a que fue tan importante para la industria regional como ellos", afirma. La diferencia es que el francés trabajó para la empresa privada y los otros dos en la pública, achaca.

Entre todos fueron cimentando un sector que ahora es boyante. Lo que no está tan claro es quién logró la primera fundición de acero mediante esas nuevas técnicas a base coque y que suponían dar el salto definitivo a la modernidad. "Tuvo que ser una cuestión de días", señala el investigador. Los hornos de Fábrica de Mieres, los dos de la factoría de Trubia que sustituyeron a "Volcán" e "Incendio" o los de Sabero, en León, pugnan por ese honor. Todos escupieron su primer acero líquido en 1948.

En el libro, que se presenta el martes, se recogen las charlas que en la primavera de 2015 dieron Juaco López (director del Museo de Asturias), Rafael Pérez Lorenzo (exdecano de la Universidad de Oviedo), Álvaro Álvarez Gascón (maestro industrial), Ricardo Arias Sarasola (ingeniero técnico de minas), José Luis Suárez González (licenciado en Derecho) y el propio Luis Jesús Llaneza González (catedrático de Matemáticas y facultativo de minas) sobre cómo el acero acabó por cuajar en Asturias.

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