Madrid

Tras varios meses de rumores de crisis, el palacio de la Zarzuela hizo pública ayer la separación de los duques de Lugo tras doce años de matrimonio y dos hijos en común. Según ha informado la Casa del Rey, los duques de Lugo, la Infanta Elena y Jaime de Marichalar, han convenido de mutuo acuerdo «el cese temporal de su convivencia matrimonial», al tiempo que se destaca que «la separación no tendrá consecuencias legales». La Casa del Rey ha añadido que no habrá comunicado oficial ni más comentarios.

La noticia se produce con la ausencia de los Príncipes de Asturias, que estos días realizan una visita a China. Ayer también trascendió que la Infanta Elena se trasladó hace algunos días con sus hijos, Felipe y Victoria, de 9 y 7 años, al antiguo domicilio de la pareja, a escasos metros de la que ha sido hasta ahora su residencia conyugal.

La hija mayor de los Reyes, la Infanta Elena, que el próximo mes de diciembre cumplirá 44 años, contrajo matrimonio con Jaime de Marichalar, de 45, el 18 de marzo de 1995 en la catedral de Sevilla, ante 1.300 invitados y representantes de 33 casas reales. Aunque el compromiso oficial se hizo público pocos meses antes de su boda, doña Elena y Jaime se conocieron siete años antes, cuando la Infanta se trasladó a París para perfeccionar sus estudios de francés.

Una vez casados, y después de una estancia de dos años en la capital francesa, en donde Jaime de Marichalar, economista, trabajaba en una entidad bancaria, los duques de Lugo establecieron su residencia en Madrid, donde nacieron sus dos hijos.

A los duques de Lugo se les ha podido ver últimamente juntos en numerosos actos de la Familia Real, como la boda de los Príncipes de Asturias en 2004, la primera comunión de su primogénito, el pasado 24 de mayo, o la foto de familia en el Palacio de Marivent el último 6 de agosto.

Las dos últimas veces que aparecieron en público fue con motivo de la fiesta nacional, el pasado 12 de octubre, y en los premios «Telva», a finales de ese mismo mes.

No extrañó a nadie que el esposo de la Infanta acudiera sin doña Elena a distintos eventos sociales, principalmente fuera de nuestras fronteras, en su calidad de experto en moda, ya que es consejero de Loewe, además de la empresa Cementos Portland y presidente de la Fundación Winterthur.

A pesar de que los viajes de Marichalar se veían como algo normal, la relación de los duques siempre ha estado envuelta en rumores de crisis, rumores que se intensificaron el pasado verano, cuando la Infanta comenzó a acudir sola a todos sus actos públicos e incluso en sus viajes privados.

Los cumpleaños de los hijos de su hermana, la Infanta Cristina, que vive con su familia en Barcelona, la han llevado en múltiples ocasiones hasta la Ciudad Condal, raramente acompañada por su esposo.

La hija mayor de los Reyes ha continuado siempre cumpliendo con sus obligaciones como representante de la Corona y ha mantenido una intensa actividad laboral, como la desarrollada como maestra de infantil en el colegio donde estudian sus hijos.

Según establece la Constitución de 1978, la Infanta doña Elena ocupa el cuarto lugar en el orden de sucesión a la Corona española, después de su único hermano varón, el príncipe Felipe, y las dos hijas de éste, las Infantas Leonor y Sofía.

Uno de los momentos más duros de su matrimonio fue cuando el 22 de diciembre de 2001 Jaime de Marichalar sufrió una isquemia cerebral.

En octubre de 2002 la Infanta se trasladó a vivir durante once meses a Nueva York para acompañar a su marido durante su tratamiento de rehabilitación, que compatibilizó con sus actividades públicas.

Jaime de Marichalar pertenece a una aristocrática familia castellana, vinculada desde antiguo a la Monarquía. Su abuelo, Luis de Marichalar y Monreal, vizconde de Eza, fue ministro del Ejército y Marina durante el reinado de Alfonso XIII, senador vitalicio y alcalde de Madrid a principios de siglo. Su padre, Amalio de Marichalar, comandante de artillería, murió en 1979. Su familia reside en Madrid, aunque pasan temporadas en Soria, donde son propietarios de la finca «Garrejo», en la localidad de Garray, donde se descubrieron las ruinas de Numancia, que su abuelo donó al Patrimonio Nacional.