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ALBERTO NÚÑEZ FEIJÓO

El político cauto

El presidente gallego tiene ya abierta la puerta de Madrid

El político cauto

Las elecciones gallegas de hace quince días no sólo sirvieron para elegir al partido que estará al frente del Gobierno autonómico los próximos cuatro años. Los comicios del 25-S fueron decisivos para romper la parálisis de la escena estatal. Aún no sabemos el desenlace final, pero la tercera mayoría absoluta de Alberto Núñez Feijóo y el sorpasso de En Marea (la confluencia de Podemos en Galicia) al PSdeG fueron la puntilla final para poner fin a la etapa de Pedro Sánchez al frente del PSOE, y para apuntalar las posibilidades de Mariano Rajoy de permanecer en Moncloa, bien porque los socialistas se abstengan o bien porque en una nueva contienda electoral el PP podría ganar con mayor comodidad, sin necesitar para gobernar al PSOE, ahora sin candidato y además sumido en una de sus mayores crisis.

No es la primera vez que unos comicios gallegos anticipan lo que está por venir en España y no es la primera vez que Feijóo da aire a su partido. En 2009, el político gallego recuperaba la Xunta, tras sólo cuatro años de travesía por las filas de la oposición, para el PPdeG. Parecía imposible eclipsar el liderazgo de Manuel Fraga, que durante 16 años gobernó Galicia y el PP gallego, pero lo logró. De hecho, Feijóo tiene más poder que Fraga dentro de su partido. El fundador del PP, que prefería dedicarse a las labores de Gobierno y ejercer de hombre de Estado, sustentaba su liderazgo en un juego de equilibrios entre sus barones provinciales. Feijóo, en cambio, es el que manda en el PPdeG y sólo se le resiste Orense, donde no maneja el partido a su antojo, pues Manuel Baltar tiene mucho que decir. Hace siete años, Feijóo vencía al bipartito de PSdeG y BNG y señalaba el ocaso socialista, que concluiría con la salida de Zapatero del Gobierno dos años después. Además insuflaba ánimos al PP, entonces tocado porque acababa de estallar el "caso Gürtel", cuyo juicio precisamente arrancó esta semana.

En 2012, la coalición electoral, montada aprisa y corriendo unos meses antes de los comicios, por el exlíder del Bloque Nacionalista Galego Xosé Manuel Beiras con Izquierda Unida irrumpía en el Parlamento autonómico con 9 diputados y un discurso rupturista y contestatario que conectaba con los descontentos que llenaron las plazas del 15-M. Un joven Pablo Iglesias fichado por IU asesoró a la nueva formación, AGE (Alianza Galega de Esquerdas), y animado por el buen resultado, según confesaría él mismo, creaba Podemos, hoy la tercera fuerza en el Congreso de los Diputados.

Las elecciones gallegas del 25-S fueron de nuevo determinantes en España. El foco ha girado hacia esta esquina del noroeste español y se ha posado especialmente sobre la figura de Alberto Núñez Feijóo, que en esta cita logró lo que ningún otro político autonómico ha conseguido desde el inicio del declive del bipartidismo en España: repetir mayoría absoluta. Además sin desgastarse. Obtuvo 41 escaños, los mismos que en 2012, cuando ya en plena crisis económica mejoró resultados y sumó tres diputados. En esta ocasión tenía un rival que jugaba en su propio campo, Ciudadanos, que intentó sin éxito entrar en el caladero del votante de centro-derecha. El 25-S incluso ganó votos. 20.000 papeletas más.

Igual que en 2009, Feijóo presta un favor a su partido en Madrid, que empieza a ver tras el triunfo del líder gallego el futuro con más optimismo. La crisis abierta en el PSOE agranda las expectativas electorales del PP en caso de comicios en diciembre o multiplica las posibilidades de desatascar la investidura de Rajoy.

El 25-S ayuda a despejar el futuro del PP, pero también refuerza a Alberto Núñez Feijóo, a quien más de uno ya ve como el delfín de Rajoy, y además sin nadie que le haga sombra. Sin embargo, Feijóo, a sus 55 años, es un político prudente y cauto, que ha extremado la precaución, precisamente, tras su victoria electoral. No quiere despertar recelos más allá de los necesarios en Génova, sobre todo tras una campaña personalista, enfocada en torno a su liderazgo y donde relegó la siglas del PP. A Feijóo no le dolieron prendas en marcar distancias con el fallido nombramiento del exministro Soria para el FMI por "inoportuno" y en ser de los primeros en pedir la marcha de Rita Barberá del PP. En quince días de mítines, evitó coincidir con la mayoría de los dirigentes de Madrid, que se acercaron a Galicia a pedir el voto para él. Con Mariano Rajoy, que estuvo muy activo en la campaña, se hizo las fotografías imprescindibles. Una en Pontevedra, en la plaza de toros abarrotada. Y otra, en Vigo, en el mitin de cierre.

Desde el 25-S Feijóo ha evitado la sobreexposición mediática de antaño en Madrid, donde le presentan como la esperanza blanca del PP. Y no se cansa de proclamar que su compromiso es "con Galicia y hasta 2020". En más de una ocasión el hoy presidente de la Xunta en funciones ha comentado que el señalado no siempre es el elegido, y recordaba incluso el caso de José Cuiña, el eterno delfín de Fraga, quien al final no cumplió su sueño, porque la ambición había de colmarla el niño de Os Peares.

Hace diez años, en enero de 2006, Feijóo sucedía a Manuel Fraga al frente del PP gallego, después de que el político de Villalba perdiese las elecciones autonómicas de 2005. Sólo había sido conselleiro de Política Territorial y vicepresidente de la Xunta dos años. Antes de la crisis del "Prestige", que precipitó el final político de Cuiña, Feijóo era un desconocido para la mayoría de los gallegos, aunque ya había sido alto cargo de las administraciones de Fraga y Aznar. Con fama de buen gestor, tras su paso por el Insalud y Correos, y con el patrocinio del exministro de Sanidad José Manuel Romay Beccaría, inició el camino del estrellato político, al aceptar relevar a Cuiña como conselleiro de Obras Públicas. Feijóo, que siempre ha tenido buen olfato político, supo ver que tenía una oportunidad, bajo la bandera de la renovación del PPdeG. Cuando Fraga perdió la mayoría absoluta, optó a su sucesión, y se enfrentó al propio José Cuiña y a otros dos exconselleiros José Manuel Barreiro y Enrique López Veiga. Feijóo era el preferido de Génova, pero no fue la primera opción de Fraga; sin embargo, la militancia le señaló a él y ahí empezó todo.

Feijóo fue el sucesor de Fraga y la incógnita es si en el futuro será el relevo de Rajoy. En esta ocasión el calendario estatal puede favorecerle. La mejora del resultado del PP en las generales de diciembre con respecto a las elecciones de junio le cerró entonces el camino a Madrid, así que se repensó su futuro, y optó a un tercer mandato, y descartó irse a la empresa privada. Arriesgó, pero la proeza de su mayoría absoluta ha disparado sus opciones. Eso sí, no ahora. Por eso anda con tiento y se muestra cauteloso y comedido, volcado en Galicia, aunque siempre le ha tentado la política española y hubiese preferido cerrar su ciclo en Galicia con dos mandatos en la Xunta, sin ir a por el tercero. Si finalmente Rajoy logra la abstención del PSOE, es previsible una legislatura corta y Feijóo tendría tiempo para preparar su relevo en Galicia y construir el relato que justifique su marcha. Si hay terceras elecciones, y el PP amarra Moncloa, la próxima cita electoral le daría tiempo a Feijóo de cumplir su compromiso con Galicia hasta 2020 y además buscar su oportunidad en la capital. En definitiva, la puerta de Madrid está más abierta que nunca, tras el 25-S.

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