Respetado amigo:

No nos conocemos personalmente . . . todavía. Si me lo permites, lo voy a intentar pronto; en nuestro querido Gijón, pero discretamente, como sé que a ti te gusta circular por la vida. Hasta anteayer te debía mi sincero reconocimiento particular por tu comportamiento cívico, como te dije en abril a través de un e-mail. Hoy te debo públicamente mucho más, y quiero intentar saldar la cuenta con estas líneas trufadas de afecto y admiración, que pretenden reparar, además, las incomodidades que te haya podido ocasionar involuntariamente el enojoso asunto de mis documentos exterminados.

Un día lluvioso de finales de invierno perdiste el autobús 20, que estabas esperando en la plaza del Instituto, cobijado en el portal n.º 3, por recoger en la acera uno de los cuatro archivadores que unos obreros acababan de apilar entre escombros y muebles viejos, en el que pudiste leer la etiqueta «Correspondencia particular. Sr. Álvarez-Cascos». Lo rescataste, buscaste tenazmente el modo de localizarme, me informaste del hallazgo e hiciste lo que te sugerí para que llegara a mis manos.

Nunca acusaste a nadie. Nunca señalaste a nadie. Nunca denunciaste a nadie. Nunca «realizaste imputación alguna», ni al Partido Popular ni a nadie. Te limitaste a salvar del vertedero unos documentos, a secarlos en tu casa y a ponerlos amablemente a mi disposición. Te reitero mi gratitud.

Lo que nunca imaginaste, ni yo tampoco, es que los señalados por mí y sólo por mí como culpables del zafio y vandálico suceso reaccionaran contra ti emitiendo una infamante nota de prensa sin autor ni firma, amparada cobardemente en unas siglas que representan a 700.000 españoles; las siglas de mi partido, las siglas del PP.

Quiero aclararte que mi partido reformista, moderado y de centro se enorgullece de continuar las mejores tradiciones humanista, conservadora y liberal españolas y, fundado en ellas, tiene como principio básico de conducta el respeto que las personas nos merecen en nuestro ideario, por lo que en el Partido Popular no caben las abominables y groseras descalificaciones que, para intimidarte, te dirigen en esa nota de prensa por tu ideología, por tu militancia y por tu trayectoria política. Como la mayoría de los españoles, creo en el pluralismo como pilar básico de nuestro sistema democrático de convivencia y, por tanto, pienso que se puede ser ciudadano con principios, decente, benemérito, honrado y honesto con independencia de cualquier vínculo partidista. Doy fe de que así he visto que ocurre con la inmensa mayoría de los militantes de todas las fuerzas democráticas. Y así lo quiero ratificar con tu propio ejemplo. Siento el daño gratuito que hayan podido causarte a mi costa, y me gustaría encontrar la fórmula que ayudara a repararlo.

Finalmente, quiero terminar expresándote mi solidaridad total frente al intento de agresión a tu honor que ha cometido este grupito sin escrúpulos. Es un grupito sectario instalado sórdidamente en el piso 3.º derecha del portal en el que te cobijaste para esperar el autobús 20. Es un grupito cuya más notable aportación al debate ideológico fue aquella famosa frase: «¡puta democracia!». No es un grupito extremista: es un grupito fuera del sistema. Esto acaba de explicarlo todo.

Estarás de acuerdo conmigo que el mayor castigo que podrían recibir sus genuinos autores es que se conozca verdad. Toda la verdad. Empeño mi palabra en el intento.

Con un fuerte abrazo.