Bien. Parece que se ha reaccionado y que Aurelio Suárez tendrá sus festejos oficiales de centésimo cumpleaños. Hubiera sido una pena que, precisamente después de los siete años transcurridos desde su muerte, en los que por fin se han ido lanzando sondas hacia el interior de su vasto universo, 2010 hubiera transcurrido en blanco, sin la oportunidad de hacer un poco más de ruido a propósito de uno de nuestros vecinos más interesantes por el simple expediente de organizar unas cuantas exposiciones poniéndoles dos ceros detrás. De todos modos, lo verdaderamente interesante sería que esos dos ceros se transformasen en uno: en el punto cero de una revisión profunda, sistemática y exportable del legado aureliano. Cuanto más me asomo al interior de su obra vertiginosa, más convencido estoy de que es una pena que permanezca confinada para el disfrute interno. Sería egoísta no compartirlo.