C. J.

En 1883, la minería asturiana contaba con 616 mujeres en plantilla que trabajaban la mayoría de ellas durante toda la noche y ganaban 1,05 de las antiguas pesetas. Son "les carboneres", historia viva de la minería del siglo XX e invisibles a ojos de sus coetáneos, varones, que «les faltaron al respeto» y las condenaron a un trabajo doméstico «terrible», a ojos de la profesora y escritora mierense Montse Garnacho. Su arrojo y valentía permitió que esas mismas féminas, «llevaron a cabo unas luchas tremendas, a golpe de tacón», sostiene Garnacho, recopiladora de la historia de las mujeres en la minería, que ayer mismo presentó en el IES Padre Feijoo una muestra sobre la realidad de las mujeres asturianas en la minería del carbón.

La exposición, que lleva por título «Dicen que les carboneres», refleja la realidad de tantas mujeres que desde finales del siglo XIX y durante la primera mitad del XX bajaban a la mina «sin papeles», siendo todavía muy niñas. «Recuerdo la historia de Lourdines que me contaba cómo, siendo todavía muy pequeña, pedía entrar a trabajar en la mina. El día que la dejaron se fue para allá loca de contenta y al día siguiente su madre le tuvo que hacer las coletas porque no podía ni levantar los brazos», cuenta la escritora mierense que ha trabajado durante los últimos 25 años en la recuperación de testimonios de mujeres mineras que durante años vivieron en el olvido de un mundo dominado por los varones.

«Fueron en muchos casos violadas y tuvieron que luchar contra la falta de respeto de sus compañeros», recuerda Garnacho. Una historia escrita en clave femenina, con protagonistas como Olvido, que se ofreció a bajar al pozo durante ocho años cuando su marido enfermó o Rosina, huérfana de 5 años, que apenas sabía lavarse o peinarse pero que tuvieron que «levantar el mundo entero con sus manos ásperas como el carbón», recuerda la profesora mierense. La muestra que ayer se inauguró en el IES Padre Feijoo resume a través de imágenes y testimonios escritos, el trabajo de todas esas mujeres que hicieron suyo «la mitad del infierno», el trabajo la mina. Hoy son ya el 10% de la plantilla de Hunosa.