A. R.

«La filosofía que subyace en este trabajo es que para nuestra salud y nuestra enfermedad, aparte de la carga genética, somos esclavos de nuestros hábitos alimenticios, estilo de vida y hábitos antropométricos. Todo eso condiciona nuestras enfermedades. De forma que si estudiamos qué estilo de vida y qué hábitos tenemos, es posible predecir qué enfermedad nos afecta e incluso diagnosticarla con sistemas que funcionan como un cerebro humano». Miguel Súarez explicó, así, las bases del trabajo en el que él y su equipo llevan involucrados dos años. Para este traumatólogo, la equivalencia es fácil: «Si alguien fuma, no hace deporte y sólo come grasas, todos tendríamos en la mente que es un firme candidato a un infarto. Lo que ocurre es que cuando hay que tener en cuenta tantas variables como las que se ven inmersas en el caso de la osteoporosis o de otras enfermedades, nuestro cerebro ya no tiene capacidad para hacer ese manejo. Pero es posible que sí lo sean capaces de hacer las redes neuronales».

Miguel Suárez asegura que sólo están en el principio de un largo camino y que aún se tardará antes de que esa encuesta y ese sistema de procesamiento tenga una aplicación inmediata en una consulta. Pero, en todo caso, adelanta algunas de las grandes posibilidades de esa técnica diagnóstica: «además de barata y de fácil aplicación, abre unas posibilidades enormes para que el paciente tome el control de su enfermedad. Llegado el caso, ese paciente podría comprobar el beneficio de aumentar su ingesta de manzanas, de tomar más el sol o reducir su peso, pero no sería como una indicación genérica de un médico, sino que lo vería reflejado en el valor de su densidad ósea».