Eloy MÉNDEZ

El arquitecto y escritor Joaquín Aranda convirtió ayer el centro de la ciudad en un laberinto de preguntas para comprobar el ingenio de sus lectores. Medio centenar de curiosos, agrupados en varios equipos, participó en una original «gymkhana» que les tuvo entretenidos durante cuatro horas de recorrido por las callejuelas del barrio del Carmen y los alrededores de la plaza Mayor. Su misión era dar respuesta a catorce incógnitas que el novelista les planteó en una hoja acompañada de un pequeño plano. Para ello, contaban con la ayuda de la última obra de Aranda, «Troncos muertos», basada en el asesinato de una mujer en el Gijón de 1929.

El mecanismo del juego era sencillo, todo lo contrario que su ejecución. Cada pregunta invitaba a los concursantes a trasladarse a un determinado punto del casco urbano para desvelar el interrogante en base a la lectura de un capítulo concreto de la novela. «Es divertido, te hace pensar mucho», aseguraba Ángel Sevilla nada más comenzar esta peculiar partida en la plaza del Seis de Agosto. Este madrileño, que llegó a Gijón exclusivamente para participar en el juego, debatía a las cuatro y media con los tres miembros de su equipo cómo resolver el enigma número 1, que les obligaba a llegar hasta una vinatería situada en la antigua redacción del diario «La Prensa» para anotar después la inscripción de unos azulejos. «No nos podemos dormir, que nos come la tostada el resto», le decía su compañero Mariano Romero.

Sentados en la terraza de una chocolatería cercana, los miembros del equipo de Beatriz Abella se estrujaban los sesos. «Para mí no hay ninguna pregunta fácil, y eso que conozco la ciudad», aseguraba Alejandro Cuetos, mientras le echaba un vistazo a la número 11. A su lado, Manuela Villar escudriñaba el capítulo XIV de «Troncos muertos» para dar con la pista definitiva que les condujera hasta una «chica de adornado vestido blanco». «No sé si vamos a poder averiguar todo esto, es bastante complicado», razonaba, consciente de que para convertirse en el ganador de un concurso como el auspiciado por Aranda es necesario saber leer entre líneas.