E. M.

Trabajan para ordenar el caos con poco más que sus manos, un equipo informático y mucha paciencia. Misael Arturo López y María Gómez son una pareja de historiadores gijoneses que se pasa media vida entre cajas cargadas de papeles que alguien almacenó algún día sin ningún criterio. Desde que fundaron hace unos meses su empresa, Archistec, para la gestión documental de archivos, estos dos jóvenes no han parado ni un minuto de leer y analizar los miles de textos que llenan las estanterías de numerosas empresas públicas y privadas. Su objetivo consiste en identificar y ordenar cronológicamente todos esos escritos para, llegado el caso, digitalizarlos.

Estos gijoneses tomaron el impulso emprendedor al poco de regresar de una de sus estancias en Estados Unidos, donde redactaron su tesis. «Nos dijimos, ahora o nunca, y nos lanzamos al vacío», explica Gómez. La experiencia que habían acumulado al otro lado del Atlántico les valió de soporte. El resto llegó sobre la marcha. «En el mundo anglosajón este tipo de empresas funciona muy bien y creímos que en Asturias la idea podía tener éxito», dice María Gómez, que reconoce que «al principio, estábamos un poco desbordados, pero poco a poco hemos cogido confianza y ahora no paramos de trabajar».

La consultoría histórica y la archivística documental son dos grandes desconocidas para la mayoría de los empresarios o gestores, que muchas veces amontonan sin orden ni concierto infinidad de documentos que luego no logran encontrar. «En la mayoría de los casos nos hemos dado cuenta de que no existe un criterio seguido para guardar los papeles, que pueden ser de vital importancia. Otras veces sí que se ha producido cierto trabajo de almacenamiento, pero de una forma muy rudimentaria», asegura Gómez.

Para su labor, siguen de manera estricta las normas internacionales fijadas al respecto. De esta forma evitan que, en un futuro, alguien se vuelva a encontrar tan perdido como ellos ante la ingente cantidad de textos que manejan. Por eso, cada vez que llegan a un nuevo almacén realizan una auditoría según el canon universal. Después llega la hora de la organización y clasificación de los documentos propiamente dicha. Por último, ejecutan un estudio sobre el estado de los materiales y, si es preciso, los someten a una limpieza que garantice su mejor conservación.

«Empezamos haciendo pequeños trabajos para la Universidad de Oviedo y, después, llegamos a acuerdo con Incuna, una asociación de arqueología. Ahora estamos metidos de lleno en el que, por el momento, es nuestro mayor reto», apunta Gómez. Un reto que lleva el nombre de Cadasa, el Consorcio de Aguas de Asturias. «Tienen un archivo realmente muy interesante y valioso y estamos dedicando muchísimas horas porque queremos que todo quede al milímetro», subraya la historiadora, que además recalca la vertiente pedagógica de su profesión. «Mientras trabajamos también aprendemos. Es increíble la labor social que esta empresa hace en toda Asturias, algo que para nosotros y para la mayoría de la población es desconocido», añade.

Según la joven, la fuerte inversión que realizaron para comprar los ordenadores, los escáneres, la cámara digital y los equipos de reproducción que utilizan se ve compensada por la felicidad que les da haber encontrado un hueco en el mercado laboral de su especialidad. «Nos dimos a conocer por el boca a boca y a través de internet, ahora ya tenemos un despacho y esperamos seguir mejorando con el tiempo», comenta sonriente. Lo que aún no han estandarizado es el precio que cobran por su minuciosa tarea. «En función de lo que nos pidan, negociamos», afirman, orgullosos de poder ordenar ya sus propias facturas.