Pep Segura nació en Sant Feliú de Llobregat, estudió en Bellas Artes y la Escuela Massana de Barcelona, ronda el medio siglo y vive afincado en Gijón desde hace cinco años. Cuelgan en la galería Bellas Artes 24 obras suyas, todas ellas al óleo sobre tela.

Acostumbrado a la luz del Mediterráneo, sus ojos y sus pinceles ven de manera diferente el paisaje asturiano. Se ha acercado a nuestros clásicos de principios del siglo XX, como Juan Martínez Abades, Carolina del Castillo, Ventura Álvarez Sala o Julia Alcayde. Luego Valle y Piñole, dos maestros diferentes, Valle del color y Piñole de los grises. Su primera operación ha consistido en escoger paisajes de Asturias iluminados por el sol del otoño o la primavera. Una luz no tan fuerte, un sol poniente que provoca sombras alargadas. Así ha ido poco a poco recorriendo el camino de su acercamiento personal a la Asturias en la que vive. La segunda gran operación, al amparo de situaciones concretas, consistió en ir aplacando esas luces mediante grises suaves.

Estamos, pues, ante un pintor que mirando hacia atrás en el tiempo retoma el paisaje asturiano tradicional, lo interpreta, nos lo devuelve visto con otros ojos, una nueva sensibilidad. Pero también mira hacia delante, pues en esta su manera de pintar se introducen los modos y tradiciones de la segunda mitad del siglo XX. Si tuviéramos que resumir sus características, hablaríamos de una gran capacidad de observación, la pincelada suelta de raíz impresionista y a la vez el dripping o salpicado, tan gestual como intensamente sometido a control, buscando que ese toque aporte novedad y se integre de forma natural en el paisaje. Añadamos una nueva característica, muy importante. Pep Segura no es pintor de retoques. Pinta al óleo, pero muy diluido. El aguarrás hace que estas telas al óleo se parezcan a una acuarela. Lo que requiere precisión y soltura. Si raspas, en seguida surge la tela de soporte. No es pintor que acumule pigmentos sobre trozos que le hayan salido mal.

La observación lleva a Pep Segura a pintar del natural, recorriendo montañas, costas y ríos, seleccionando motivos que le llaman. Busca detalles relajados, lugares tranquilos, la naturaleza como refugio, lejos del mundanal ruido. Ha dado con una Asturias que le ha sorprendido, aprecia el paraíso. Sabe que si quiere pintar los bufones de Pendueles o de Pría ha de buscar un día claro, con marea llena y viento norte. Y encuentra ese día y allí está con el caballete contra el viento. Aquí no le acosan multitudes. Si quiere luces suaves, busca las sombras de los ríos que corren en el fondo de valles profundos, las suavidades verdes del puente sobre el Cares o el paisaje de Somiedo. En Isla pinta la casa y la panera, la vaca que bebe en el baño metálico reaprovechado, la joven urbana que juega a ser campesina de vacaciones. El toque suelto de la pincelada de Pep Segura construye rocas o cantos rodados, plasma reflejos, toca árboles. Y en primer término se reconoce el salpicado, lleno de atrevimiento y modernidad. Para componer colores escogerá «les pites roxies».

En sitio principal de la galería nos aguardan dos cuadros para comparar. Uno «Casona y panera en Isla. (Colunga)» y otro «Cimadevilla y el mar (Gijón)». Uno despejado y de color más brillante. El otro más matizado y suave: la arena absorbe agua y color, el mar es azul celeste, las rocas del pedreru combinan con sombras de los acantilados del cerro y del Musel, más al fondo. Tal es Pep Segura entre dos luces. Les invita a visitar este verano San Antolín de Bedón, la playa de Otur, la subida al Cares, la playa de Buelna, el río Guadamía, la subida del Narcea.