M. CASTRO

Tres jóvenes estudiantes de la escuela de ingenieros de Gijón están intentando buscar una solución a uno de los grandes problemas económicos: el almacenamiento de la energía eléctrica mediante un sistema rentable. Desde hace un año trabajan en el edificio de energía del campus gijonés en el desarrollo del prototipo de una gran batería que permita, entre otras cosas, almacenar energías renovables. El viento no sopla siempre que hace falta electricidad y en ocasiones lo hace cuando no hay demanda. Un sistema para almacenar su energía paliaría esa situación. Éste será el inicio de una actividad empresarial en la que quieren entrar estos tres jóvenes emprendedores que en una época de crisis se están poniendo las pilas diseñando una especie de pila gigante.

Esa es sólo una de las posibles aplicaciones para la batería que están desarrollando Manuel del Valle Álvarez, que concluyó sus estudios de Ingeniería Industrial hace un año, junto a Alejandro Suárez Martínez, que está a punto de concluirlos y a Iván Rodríguez Francos, que en breve también concluirá los de Ingeniería de Telecomunicaciones. Su objetivo es crear una empresa en cuanto esté suficientemente maduro su proyecto, que está respaldado por la ingeniería gijonesa AST, además de por la Escuela Superior de Ingenieros de Gijón.

No se trata de un objetivo menor. Su proyecto compite directamente con otro similar que promueven Zigor (Cegasa) en colaboración con HC Energía y Tecnalia. En el caso de que el de estos tres jóvenes fructifique, constituirán su propia empresa, que previsiblemente acabará integrándose en AST Ingeniería, como una división especializada en el almacenamiento energético.

La energía es difícil de almacenar y hoy por hoy no existe un sistema barato para su almacenamiento masivo. La primera idea de este grupo de universitarios para desarrollar uno fue investigar el almacenamiento de energía mediante hidrógeno, pero acabaron abandonando este camino porque con las tecnologías actuales, durante ese proceso se pierde un 60% de la energía que se quiere almacenar. Acabaron optando por intentar desarrollar un sistema de almacenamiento barato mediante baterías de flujo, en las que la energía se almacena mediante procesos químicos, de manera similar a una batería de coche. En este proceso sólo se pierde un 20% de la energía. El reto está en buscar un sistema suficientemente barato para que sea competitivo en el mercado. Y en ello están.

Las baterías de flujo se componen de dos partes. Por un lado, un depósito para almacenar la energía mediante un electrolito (un ácido en disolución, como las baterías de coche) y por otro un elemento denominado stack en el que se produce la reacción electroquímica y que es donde la energía eléctrica se transforma en química y viceversa. La capacidad de almacenamiento del sistema depende del tamaño de la batería.

Una empresa austriaca ya comercializa este tipo de baterías, del tamaño de un contenedor de barco. Los sistemas que actualmente existen tienen el inconveniente de que son caros. Estos jóvenes ingenieros tratan de abaratar estas baterías por dos vías: encontrar electrolitos que no requieran del uso de materiales caros, como metales preciosos, y que tengan un adecuado rendimiento y abaratar la construcción del stack.

Tras haber construido un prototipo de pequeño tamaño, ahora están enfrascados en la construcción de un prototipo de demostración, de unos 200 vatios de potencia. Si todo sale como esperan, el siguiente paso será la construcción de uno de un kilovatio, para almacenar energía de una minicentral hidráulica.

Estas grandes baterías que están desarrollando no se ubicarán junto a los centros de producción de energía, sino en los centros de transformación de alta a media tensión. Las compañías eléctricas son uno de los potenciales clientes de esta tecnología, pero también puede beneficiar a usuarios domésticos. «Una urbanización podría utilizar una de nuestras baterías para comprar toda la energía con tarifa nocturna y consumirla a cualquier hora del día», explica Manuel del Valle.

Estos jóvenes emprendedores apostaron por intentar desarrollar su propio negocio tras haber participado en Motorstudent, una iniciativa de su escuela mediante la que los alumnos de ingeniería diseñaron y construyeron una moto de competición. Congeniaron y después «buscamos cosas que hacer por nuestra cuenta». Del Valle resalta las facilidades que les ha prestado la escuela, donde están recibiendo el apoyo de varios departamentos y disponen de un espacio para trabajar en el edificio de energía. Además, aboga por un mayor apoyo de la Universidad a este tipo de iniciativas, para facilitar la creación de empresas. «Sé que Hilario López (director de la Escuela de Ingenieros) está peleando por ello», añade.