«Estaría satisfecho si no hubiera llamado nadie; ojalá hubiera sido así, sería un buen síntoma».

Pero no fue así. A última hora de la tarde de ayer José y los colaboradores de los que se ha rodeado para llevar a cabo la inusual iniciativa de prestar, sin contrapartida alguna, su vivienda a una familia que lo necesite, ya estaban «desbordados, sobrepasados...», aseguraba el artífice de la idea.

José es el ejecutivo gijonés de 40 años, afincado en el País Vasco, que ayer sorprendió a Asturias y a media España declarándose dispuesto a «ceder gratuitamente» a alguna víctima de la crisis su piso familiar en la plazuela de San Miguel. A su desinteresado gesto le dio publicidad con un anuncio en el periódico, que ayer se recogía en las páginas de LA NUEVA ESPAÑA de Gijón, y que otras personas de su entorno cercano hicieron circular aún más moviendo su oferta en las redes sociales. En unas horas esas mismas redes rebotaban por toda España el solidario gesto, sumando añadidos y muchas frases de admiración hacia el anónimo autor; elogios que, además, se multiplicaban según pasaban las horas.

«Porque hoy más que nunca no podemos cerrar los ojos a las desgracias de nuestro alrededor. Porque algunos podemos contribuir a aliviar el sufrimiento que están sintiendo muchas familias», explicaba José y su familia en el anuncio de LA NUEVA ESPAÑA, a modo de argumentos con los que sustentar una decisión tan poco frecuente como increíble, de cesión gratuita de un inmueble.

En el mismo texto se reconocía que la idea partía de una «familia que se siente en la obligación moral de compartir su suerte con quien más lo necesite, y que se ofrece para ceder gratuitamente, por contrato, vivienda de dos dormitorios, totalmente amueblada, en el centro de Gijón». El compromiso, puntualizaban, será por un año y la vivienda se cederá «a quien más lo necesite de entre quienes se interesen por este ofrecimiento honesto de ayuda. No pertenecemos a ningún colectivo o movimiento político, religioso, sindical o de otra índole, sólo somos personas con conciencia. Imprescindible demostrar fehacientemente la situación de desamparo». La intención, según sea la demanda, será la de priorizar en el ofrecimiento a familias con uno o dos niños víctimas de desahucio. El anuncio acababa con un teléfono para la esperanza: «Interesados llamar al 616448453, de 20.00 a 22.00 horas».

José -su nombre es ficticio porque no quiere que una identidad pueda más que el gesto solidario que ha promovido- lleva un tiempo sintiéndose en el bando de los españoles afortunados a los que la crisis económica no ha hecho menguar ni su patrimonio, ni sus expectativas laborales como alto ejecutivo de una empresa con mercado internacional y que, en su caso, lleva importantes ingresos asociados.

Este gijonés, que hace ya casi 20 años que vive fuera de Asturias, no tiene reparos en explicar que con su trabajo de muchos años -«porque no soy millonario ni hijo de millonarios, sólo he sido un trabajador al que le han ido bien las cosas; tampoco soy comunista», declara- ha logrado un patrimonio que incluye cinco viviendas en España, entre las que se cuenta el piso de Gijón donde pasa veranos y vacaciones. El mismo por el que siente debilidad y que ahora ofrece al mejor candidato.

Porque ese inmueble, que cede equipado e impecable, puede ser el sueño que haga salir de alguna pesadilla a uno de los muchos trabajadores «que está metido en un pozo por una situación de la que no es responsable. No se entiende lo que está pasando en España y siento vergüenza por lo que ocurre. Por eso quiero ayudar a la gente que de verdad lo necesite, sin ningún interés detrás. Quiero echar una mano porque siento un compromiso social y porque pienso que sólo colaborando entre todos, sin confiar en políticos ni otras instancias, podremos salir de esto», expone.

José y su entorno meditaron mucho cómo organizar esa ayuda que no querían dejar que liderara ninguna organización benéfica, religiosa, sindical o de otra índole. «No dudo que haya asociaciones que funcionen muy bien, pero tengo mis reservas sobre los intereses bastardos que han acabado por imperar en algunas que conozco», dice, así que se decidió por organizarlo a su manera. Y como puede ser un buen samaritano, pero no quiere que de su gesto se aproveche cualquiera, también ha puesto sus condiciones para intentar que la ayuda tenga el mejor destino posible.

Por eso, entre los elementos que le servirán para la selección de un buen candidato está la fe de vida laboral de quien quiera optar a la vivienda. «Con eso lo que intento es que se acredite que cuando en España había trabajo de sobra, del 2000 en adelante, esa persona estaba empleado. Que no vivía de subsidios ni trabajaba dos meses para cobrar paro otros tantos». Por eso, dice, «también pasaba, y también por eso estamos así». A José lo que ahora le angustia es pensar en «gente como yo, muy cualificada, con experiencia, con formación y con ganas; pero gente que, a fin de cuentas, tuvo menos suerte y se ha visto arrastrada por la situación». Por eso también quiere saber cuándo se dejó de pagar la hipoteca -si ese fuera el caso de algún interesado-, por qué llegó el desahucio o qué circunstancias rodean el estado de necesidad de quien se acerque a su casa.

Unos pormenores que, si bien no le van a llevar a entender más de lo que está pasando, le pueden seguir reforzando en su idea de que «tenemos que echar una mano entre todos». Él ya tiene en marcha la iniciativa de Gijón y no descarta hacer lo mismo con otro de sus inmuebles en otra provincia española. «Por ahora sólo puedo ofrecer un año porque no sé qué necesidades puedo tener yo pasado ese tiempo. Llegado el momento se estudiará si es necesario una prórroga», añade.

Además de ayudar a alguna familia, lo que de verdad llenaría de orgullo a este gijonés que ha forjado su historia con un amplio recorrido laboral por el mundo -desde Japón a Estados Unidos o Reino Unido- es que, espoleados por esta iniciativa, «alguien más se anime también a seguirla; o a poner en marcha alguna otra semejante. Entonces sí que todo el esfuerzo, aunque ahora estemos sobrepasados, habrá valido la pena».