Falta de compromiso y motivación, dificultad para asistir a los ensayos y tener que emigrar fuera de Asturias para estudiar o trabajar. Son las causas principales por las que las 35 formaciones corales de Gijón, que cuentan con una media de edad alta entre sus componentes, no consiguen atraer a voces jóvenes. La cantera coral en la ciudad es muy reducida. Basta con asistir a un concierto para observar como la media de edad de los cantantes supera los 60 años. Y aunque hay también corales en los colegios, cuando abandonan el centro la mayoría lo deja. Es a partir de los 40 años, tras dos décadas de parón, cuando algunos vuelven a retomar la actividad. El futuro es poco halagüeño, por la falta de relevos, pero los presidentes aportan un dato para la esperanza. "El que cantó de pequeño, de mayor vuelve a cantar otra vez", explica Ángel Iglesias, presidente de la Coral Polifónica "San José".

Marcelino Martínez, "Santi", presidente de la Federación de Coros de Asturias, cifra en más de un millar de personas la suma de los integrantes de los más 35 coros de la ciudad, con una media de edad sexagenaria. A su juicio, la clave para rejuvenecer las formaciones pasa por "intentar que se encuentren cómodos cantando con nuevos repertorios y hacer entender que el canto coral, independientemente de la satisfacción que produce, es un elemento fundamental en el aprendizaje de valores".

En un pequeño recorrido por algunas agrupaciones corales con tradición en la ciudad se puede radiografiar el envejecimiento que sufren todas ellas. Pepe Avello, director de los coros de La Camocha y La Calzada, es tajante: "Un noventa y nueve por ciento de los sesenta que forman parte de ambas formaciones están jubilados. El problema es que la gente joven, en cuanto empieza a estudiar, no tiene tiempo para realizar otras actividades. Es una constante que se da en toda Asturias". Por eso propone como solución fomentar los coros en los colegios: "Cuantos más existan y más integrantes tengan, siempre va a quedar algo que servirá para inyectar savia nueva en los coros ya existentes".

Montse Bercial, responsable de los dos coros del Grupo Covadonga, uno para mayores y otro para niños, explica que "nuestra medida de edad es alta, pero no tanto como el resto, ya que nos situamos en torno a los 50 años". En su caso reconoce que "somos un poco innovadores y nos atrevemos a hacer alguna cosa distinta y eso anima a la gente", pero el problema, común en todos los casos, es la falta de tiempo. "Hay muchos padres de 40 años que tienen a sus hijos en el coro infantil y les gustaría venir, pero conciliar la vida familiar con dos ensayos a la semana es complicado", añade. El Grupo tiene además otro coro con 35 niños, en edades comprendidas entre los 4 y los 13 años, que confía en que sigan vinculados al canto en el futuro: "Tenemos potencial. Y soy partidaria de que todo el mundo que prueba, y que viene a cantar, sigue, porque es una es una de las actividades más placenteras que existen".

Gloria Cabranes preside el Coro "Rosario Acuña", que integran 22 mujeres, con una media de edad también superior a los 60 años. "Nadie quiere estar sujeto a horarios y aunque pudieran venir a mucha gente no les llama esta actividad", lamenta Cabranes, tras advertir que para la gente mayor es muy complicado seguir la actividad de forma regular. "Muchas veces tiene que cuidar a los nietos, enfermedades, y muchos contratiempos". En el Coro Jovellanos, Alfredo García, su presidente, hace autocrítica y entiende que "los jóvenes no quieren empezar porque ven los coros como algo desfasado, con el añadido de que no tienen la afición que teníamos antes". Además, García lamenta que "hubo una época que tuvimos una buena cantera, pero cuando creas una buena cantera, esa cuerda buena desaparece porque cambia de localidad por motivos de estudios".

Ángel Iglesias, que compatibiliza su presencia en la Coral Polifónica San José con la vicepresidencia de Fecoras, indica que "esta situación la llevo viviendo desde hace treinta años" y que entiende que "la gente joven no se adapte al ver una diferencia generacional tan importante y prefiera realizar otras actividades deportivas con gente de su edad". Una situación muy parecida a la de Ramón Prendes, del Orfeón Gijonés, que admite que la mayoría de miembros de su grupo superan los 60 años y que el problema es que "los jóvenes no tienen afición, vienen un día a ensayar y tres no, porque siempre tienen que hacer algo".

Hace un par de meses que se creó el Coro Joven de Gijón, bajo la dirección de Santi Novoa. Cuenta con una treintena de jóvenes entre 18 y 25 años, de varios puntos de Asturias, y también con estudiantes procedentes de Galicia y Cantabria. "Estoy contento porque aprenden con mucha rapidez", dice Novoa, que también lamenta que a las pruebas de selección no se presentó nadie del Conservatorio de Música de Gijón, pese a que se realizaron en sus instalaciones. "Falta algo de compromiso y motivación", subraya. Para intentar "enganchar" a los jóvenes, Novoa propone "buscar hacer algo atípico, con un repertorio con arreglos modernos, para tres o cuatro voces, y adaptar bandas sonoras de películas".

También este mes ha nacido otro proyecto en el Colegio de la Inmaculada vinculado al Coro de Padres, con 36 alumnos, desde cuarto de Primaria a tercero de la ESO, que sirva para iniciar una cantera. "Aquí llevamos varios años intentando traer gente, pero no hay tradición como en otros países, por eso cuesta muchísimo", explica Javier Sáez, uno de los impulsores de la iniciativa.

Gijón, la ciudad de Asturias con más coros, es consciente que el futuro presenta complicaciones. El relevo generacional sigue sin aparecer, pero proyectos como el nuevo Coro Joven de Gijón hacen que nazca un ligero atisbo de esperanza. "No es fácil, pero hay que tener paciencia. Hay que enganchar a la gente joven de otra manera distinta y adaptar el estilo para que les guste", concluye Santi Novoa.