Cuando me trasladaron la invitación del Club LA NUEVA ESPAÑA de Gijón para hablar me surgió la duda sobre la elección del tema. Decidí partir de mi realidad actual como Alcaldesa para llegar a una serie de consideraciones aplicables a la política gijonesa, a la regional y también a la nacional. Pensamientos surgidos al hilo de mi actividad cotidiana que conducen al mismo lugar, la importancia que tienen las personas en la política, por encima de siglas, programas e ideologías. Voy a abordar algunas de las coordenadas de la actividad política española que considero viciadas.

(...) Todos ustedes saben cómo llegué a la política. Nunca me había imaginado que participaría de forma activa en política y mucho menos que accedería a un cargo institucional tan importante como la Alcaldía de Gijón. Me inscribí en Foro como un acto de rebeldía, de compromiso ante la deriva que tomaba la política asturiana, con su mortecina marcha, con la resignación de una clase política inamovible y satisfecha.

A las pocas semanas participé en una campaña electoral que se convirtió para mí en un cursillo acelerado de aprendizaje sobre política municipal. A continuación me vi ya en el Ayuntamiento. Puedo decir que pasé del quirófano a la Alcaldía sin tiempo para pensar sobre ello. A partir de aquí empecé a ver con ojos nuevos el funcionamiento de la maquinaria municipal. Inicié un doble proceso que consistió en asimilar todo lo que veía y, a la vez, en asombrarme, al ir de sorpresa en sorpresa, al considerar extraño o, incluso, extravagante, muchas de las cosas que sucedían ante mí (...)

De eso voy a hablar. De lo que hay y de lo que sobra, en mi opinión, en la política municipal, autonómica y nacional.

La preparación de esta charla coincidió con el gran tema surgido en España tras las elecciones generales, la elección de un presidente de gobierno. Voy a referirme también a ello. Me asombra la facilidad con las que nos dicen que vamos a tener que volver a votar dentro de unos meses. Los políticos que no sepan pactar lo mejor que podían hacer era irse para su casa.

Cuando llegué el Ayuntamiento decían de nosotros que éramos la "derecha más dura", la "derechona". Miraba para los concejales de Foro, o para mí misma, y no advertía esa sobrecarga ideológica, propia de individuos extremistas. Siempre me sentí y me identifiqué con la moderación que es un terreno en el que estamos la mayor parte de las personas en nuestra sociedad. Pero resulta que no, que formaba parte de la derecha más dura. En el día a día tenía que tomar decisiones sobre los festejos, los transportes municipales, el urbanismo, los equipamientos escolares, las viviendas degradadas o las ayudas sociales. ¿Cómo se establecía el límite entre la derecha y la izquierda en esas cuestiones? (...). La izquierda nominal, los grupos que se ponen esa etiqueta ideológica, hablan a todas horas de la desigualdad. En efecto, la desigualdad es una realidad en nuestras sociedades y constituye un agravio difícil de soportar. Mientras unos nadan en la abundancia, otros carecen de todo. ¿Hace más cosas la izquierda que la derecha por erradicar las diferencias? ¿El gasto social es una seña de identidad de la izquierda?

Las cifras no lo confirman. En Asturias, ningún ayuntamiento hizo un esfuerzo tan grande como el de Gijón en favor de las personas y familias sin recursos.(...) La división entre derecha e izquierda es completamente artificial. Es imposible mantenerla cuando se analizan los datos. No me refiero al Ayuntamiento de Gijón ni a los ayuntamientos en general, sino a toda la política institucional. Cuando se analizan los presupuestos y se anota lo que cada gobierno dedica a protección social a inversión productiva o a educación, nos encontramos con gobiernos de derechas que están a la izquierda y gobiernos de izquierda que están a la derecha. Cualquiera lo puede constatar. Tanto los partidos, como sus líderes, están instalados en esa división artificial del espacio político en dos mitades irreconciliables. (...) Que las diferencias entre derecha e izquierda sean ficticias no quiere decir que la división no produzca efectos. Al contrario, si algo condiciona la práctica política son las etiquetas ideológicas. Los parlamentos y las corporaciones municipales quedan separados en dos mitades, cuya capacidad para llegar a acuerdos está muy limitada ya que la sucesión de pactos pondría en solfa la identidad de los partidos. Cada fuerza política se cuida muy mucho de dar apoyo a otra de distinta naturaleza por miedo a traicionar a sus principios y por temor a defraudar a su electorado. Las etiquetas ideológicas evitan a los políticos tener que aportar argumentos poniendo en sus manos un instrumento infalible para descalificar al rival, basta con referirse a su ideología.

Casi todo lo que hice en política fue interpretado bajo el prisma de "esto es una actuación típica de la derecha." Si aumento el gasto social se interpreta como la recuperación de la política de beneficencia; el apoyo a la economía productiva se ve como un ejemplo de cierre de filas con el empresariado. La interpretación de la realidad desde visiones ideológicas asfixia la acción política.(...)

Si las ideologías crean ficticias divisiones entre grupos políticos, si los partidos del sistema comparten valores y políticas ¿En qué se diferencian unos de otros? La respuesta está a la vista, la diferencia está en las personas.

Los principales dirigentes proyectan su forma de hacer política sobre la propia organización y tiene reflejo en la sociedad. La responsabilidad de los que dirigen un proyecto político o de los que gobiernan en una región o un ayuntamiento es inmensa. No sólo por las decisiones que toman sino por el estilo que imponen. Las personas marcan la diferencia. La austeridad, la cohesión social, la promoción del empleo o la programación cultural toman un rumbo u otro según decidan los responsables institucionales. Pasar de los grandes enunciados a la letra pequeña es responsabilidad de las personas que gobiernan.

No depende de la maquinaria de los partidos, de los colores ideológicos. La decisión es de las personas. Los programas electorales son útiles, como hoja de ruta, pero el día a día no se cubre con ningún programa electoral. Disertar sobre decisiones colectivas, sacar a relucir las distintas ideologías, citar los programas electorales, es muy habitual, pero no conviene engañarse, las decisiones diarias recaen sobre personas individuales, sobre equipos reducidos. Es donde se marca la diferencia.

Los dirigentes introducen un estilo que es imitado por toda la organización. Cuando alguien practica la austeridad, la gestión de la Administración es austera. Cuando alguien roba, emergen todo tipo de aprovechados alrededor. La selección de los dirigentes es un elemento esencial y no está bien resuelto. Las elecciones primarias son un gran paso al poner en manos de los afiliados la representación de los partidos. Con posterioridad los electores con su voto tienen la última palabra. (...) Es verdaderamente lamentable que gente sin profesión, sin currículo laboral, sin haber asumido responsabilidades en ninguna área se ponga al frente de una ciudad o de una comunidad autónoma. Se supone que los partidos ponen a la cabeza de las candidaturas a gente competente y preparada, pero no es verdad. El verdadero mérito consiste en tener muchos trienios de antigüedad en el manejo del aparato del partido. Con ese limitado bagaje se gobierna muchas veces. (...) A los ojos de la gente esas diferencias se diluyen cuando aparece un asunto delicado como es la corrupción. Las recalificaciones urbanísticas, las comisiones por adjudicación de obras o proyectos, la utilización de sociedades pantalla, proliferan a ambos lados del abanico ideológico. La corrupción encaja en los modelos políticos de la derecha y la izquierda. A los sumarios judiciales me remito.

No hay corrupción en todos los gobiernos ni en todos los ayuntamientos. Hay gobiernos honrados, donde hay personas honradas. La adscripción ideológica no evita la comisión de delitos, sino la ética de las personas. Ningún carné de partido defiende contra la corrupción, sólo las convicciones morales de los gobernantes (...). Quiero referirme a una cuestión que se puede considerar que es de estilo, pero yo creo que detrás de ella hay algo más. Desde el primer pleno que presidí en el Ayuntamiento, les di la palabra a los concejales. Si vemos lo que ocurría en mandatos precedentes, los alcaldes moderaban e intervenían continuamente en los debates. Quise desde el primer día autolimitarme. Intervengo pocas veces. Los concejales del equipo de gobierno responden de las áreas que gestionan y los concejales de la oposición adscritos a esas tareas preguntan, critican, proponen.

En la actividad política hay un problema de protagonismo que trae consigo consecuencias nocivas. Cuando nos visita un colectivo social, académico, empresarial o deportivo, los políticos se ponen en primera fila para salir en la foto. Si hay un accidente o una catástrofe natural, los políticos tienen la respuesta. Si toca ir de fiesta o asistir a un duelo, los políticos toman la palabra.

Podría verse como una actitud infantil, narcisista, pero esa imagen inocente tiene tras de sí el efecto perverso de concentrar el protagonismo en muy pocas personas que son las que a la postre toman las decisiones. De poco importa que haya órganos colectivos de gobierno si la decisión la toma una sola persona. En la actividad que menos se delega es en la política. (...)

La obsesión por controlar todo desde el poder es la norma. El control empieza por no suministrar información a la oposición. En el reciente debate sobre los presupuestos, nosotros dimos todos los datos a los cinco grupos de la oposición. Trabajaban con los mismos números que nosotros. Por las mismas fechas, en otras instituciones, la oposición se quejaba del desconocimiento del proyecto de presupuestos.

No es una cuestión de fair play, sino de propiciar la cooperación para lograr una misma meta. No es factible recabar apoyos desde el poder sin compartir información. Desde la desconfianza la colaboración es una quimera. (...)

Quiero referirme a un campo donde la colaboración con agentes ajenos a la administración es esencial. Hablo del empleo. Por razones que no alcanzo a entender, la tarea fundamental de crear empleo se aborda sin dar a los empleadores la importancia que tienen. Se quiere recortar el paro sin hacer caso a los encargados de contratar a los desempleados. Por ese camino los resultados no serán nunca muy halagüeños.

Una tentación de los gobernantes es el permanente intervencionismo. Utilizan a la administración para llegar hasta el último rincón de la actividad económica o social. La administración puede cooperar en la creación de empleo, pero fracasa si cree que puede sustituir a los empresarios. En Asturias habría más empleo si actuáramos con sentido común.

No estoy a favor de regalar dinero a nadie. En los proyectos de reactivación económica del Ayuntamiento de Gijón, las subvenciones se conceden con la obligación expresa de devolverlas. Hablo y apelo a la colaboración con los empresarios para que entre todos podamos rebajar la tasa de desempleo que es el principal anhelo de la sociedad. La obsesión por el control y la tentación del intervencionismo son dos males comunes a la mayoría de los gobiernos. Los dos producen perjuicios para la sociedad. (....)

No quiero dejar de hablar de sectarismo sin añadir que el más dañino se produce cuando el partido que gobierna infecta a la administración. La administración nos representa a todos. Se financia con los impuestos de los ciudadanos y ofrece servicios públicos para la población, sin excepciones. Utilizar el poder de la administración contra una parte del territorio o contra un sector de la población es incalificable. (...). Digo, con todo el dolor del alma, que el trato que da el Principado a Gijón, desde el año 2011, es el mayor ejemplo de sectarismo que se pueda imaginar. (...)

Voy a terminar refiriéndome a la discusión sobre el gobierno de España. Meses de gran efervescencia política habían despertado ilusión en la gente. La llegada de partidos nuevos favorecía un clima de optimismo, de gran expectación sobre lo que depararían los votos. De las urnas salió un Parlamento más plural. Sin embargo, en apenas unos días cambió el panorama nacional. La causa de un cambio tan radical se debe a que los principales líderes españoles no se ponen de acuerdo para formar gobierno. Se consideran incompatibles, porque unos son de izquierdas y otros de derechas. A cada día que pasa se habla con más fuerza de elecciones anticipadas. Yo pregunto ¿Se puede tolerar que partidos que representan a la gran mayoría de los ciudadanos no sean capaces de llegar a un acuerdo de mínimos? (...) Si la imagen de los políticos estaba muy deteriorada, con unas elecciones anticipadas el descrédito alcanzará cotas desconocidas.

No hay incompatibilidad de programas; las propuestas de la llamada derecha y la llamada izquierda se pueden armonizar. Con renuncias mutuas se logra. (...) La incompatibilidad es entre líderes, las incompatibilidades son personales. Nuevamente nos encontramos con las personas.(...) Oímos decir con frecuencia que vivimos en una época en que faltan líderes. Creo más bien que nos equivocamos con demasiada frecuencia en la selección de personas. Esto es lo que quería contar hoy aquí.