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Gloriosa despedida al piano

La OSPA cierra a lo grande, con Brahms y Richard Strauss, la celebración de su primer cuarto de siglo

Luis Fernando Pérez, al piano, con la OSPA, durante el concierto de ayer en el Jovellanos. ÁNGEL GONZÁLEZ

"Cuaderno de viajes IV" ha sido el último concierto de la temporada con que la OSPA está celebrando el 25º aniversario de su creación. Dirigido por su titular, Rossen Milanov, el atractivo de programa consiguió una de las mejores entradas que se han dado en el teatro Jovellanos con relación a la música clásica.

Johannes Brahms abrió la audición con su "Concierto para piano nº1 en re menor", un claro exponente de un alma torturada por la inseguridad de su vida. Era muy joven cuando lo escribió, lo que no obsta para dejar claro su estilo postromántico y su admiración por Beethoven, al que reverenciaba. Lejos quedaban aún sus éxitos clamorosos, como sus sinfonías -tenía 43 años cuando escribió la primera, el Réquiem Alemán, sus conciertos y sus danzas húngaras. Entonces no sabía que iba a formar parte de la llamada Santa Trinidad o las Tres Bes: Bach; Beethoven, Brahms, considerados por algunos como los mejores músicos de la historia.

En el concierto de ayer, tras una bella introducción orquestal, intervino el piano, con el madrileño Luis Fernando Pérez como solista. Su partitura era endiabladamente difícil, pero se enfrentó a ella con tal seguridad y precisión que a la fuerza hay que valorar a Luis Fernando Pérez como un notabilísimo pianista. En ocasiones ponía tanta pasión en su recital que hasta botaba en el asiento. Ofreció momentos trepidantes, estelares, que parecían imposibles de hilvanar, pero resueltos con la fuerza de una técnica insuperable. Al final, pese a la generosa e insistente ovación no hubo propina. Lástima.

Richard Strauss que junto a Malher representa el florecimiento tardío del romanticismo, completó el programa con su "Sinfonía alpina", en 22 movimientos sin pausa. Fue un niño prodigio, ya que tocaba el piano a los cuatro años, el violín a los siete, y su primera composición la escribió a los seis. Su obra es intensa, y a ella dedicó su larga vida, mascada ésta por la II Guerra Mundial, en la que tuvo sus más y sus menos con el III Reich. Incluso su nuera, de ascendente judío, fue detenida por las SS, salvándose por la mediación de Strauss. La "Sinfonía alpina" es una obra descriptiva, inspirada en paisaje que el compositor contemplaba desde su casa de montaña, situada frente a los Alpes bávaros. Para ello hace uso de una gran orquesta, en la que dominan los vientos, y toda clase de percusiones. El resultado es expresivo y a veces es inevitable asociar su sonoridad con el cine.

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