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El baile de la Bestia conquista a Bella y a Gijón

El Ballet de Biarritz deja un grato recuerdo en el Jovellanos con una veintena de artistas que daban la sensación de moverse solos

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Ballet de la bella y la Bestia en el Jovellanos

La Bella y la Bestia es un cuento tradicional francés escrito por Gabrielle-Suzanne Villeneuve en el siglo XVIII, y desde entonces ha visto realizarse toda clase de adaptaciones, en teatro, en cine, en televisión, incluso en danza. Ayer, en el teatro Jovellanos pudimos asistir a una representación de esta última variedad. El Malandain Ballet Biarritz puso en escena su creación bajo la música de Alan Menken.

Casi lleno en el patio de butacas. No hubo alzado de telón, sino que estos, los telones formaban parte del atrezo, negros, los manejaban los propios bailarines de acá para allá sin descanso, produciendo originales efectos. La alegoría no queda muy clara, pero es lo mismo, porque su coreógrafo, o coreógrafa -no hubo programa que explicase la ficha y técnica- hizo un trabajo tan sensacional que no importaba la historia.

Hubo bestia y hubo bella, pero en definitiva era lo de menos, ya que no quedaba claro el papel de estos. Lo importante estaba en primer lugar en la música, tan preciosa y sugerente que los bailarines daba la sensación de que se movían solos. Todos ellos eran buenos, expresivos, dotados de una técnica excelente. Al final, la bestia sabemos quién es, descubriendo a un verdadero artista. Yo creo que su espíritu danzaba con él vestido de negro, ya que sus movimientos eran exactos. Un espíritu guapo, saludable y no bajo los efectos del tormento de la bestia.

El vestuario nos sorprendió. De sus comienzos como si fuera el propio de una danza moderna, de repente pasaron a exhibir los lujos dorados del siglo XVIII; con sus casacas, los hombres, y sus miriñaques las damas. Ataviados así, era un espectáculo ver a veinte bailarines, moviéndose en el escenario con tanta técnica y gracia. De los dorados versallescos pasaron a un nuevo modelo que representaban esqueletos. No entendí la simbología, pero lo dejo archivado en el capricho de su diseñador. Hacía bonito. Al final la Bella se compadece de la Bestia, y reina el amor. Los aplausos del respetable se largaron tanto, que se decidió encender la luz. El Ballet de Biarritz ha dejado un buen recuerdo en Gijón.

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