El empresario gijonés Luis Alvargonzález Romañá, fallecido el pasado domingo en el hospital de Cabueñes a los 85 años de edad, fue despedido ayer en San Pedro con honores de gijonés ilustre. Como lo que fue: un emprendedor vinculado a una de las ramas de una saga ilustre de esta ciudad, hombre de buen talante y don de gentes que llevó durante años las riendas de Alvargonzález Contratas, una de las empresas de obra civil más reputadas de la región, que llegó a emplear en su mejor época a doscientos trabajadores.

Familiares y amigos dieron en el templo que bordea la bahía, lugar idóneo para despedir a quien fuera de joven un notable nadador, el último adiós a un hombre "amigo de sus amigos", gran aficionado a la caza y enamorado de la ciudad que le vio nacer, que tuvo que abandonar por avatares de las postguerra y a la que regresó, veinteañero, para hacerse un nombre en la empresa familiar, que ahora queda en manos de sus dos hijos, Luis Fernando y Antonio Manuel.

Javier Gómez Cuesta, párroco de San Pedro, glosó en una serena homilía la figura del fallecido, "un empresario ejemplar, un gran deportista y una persona que ha demostrado su amor por esta ciudad". El oficiante se dirigió a uno de los nietos de Luis Alvargonzález, Patricio, el mayor, que quiere encaminar su carrera profesional al mundo del cine, al que dijo que con los datos que maneja sobre su abuelo "hay guión para un largometraje". Gómez Cuesta pregonó desde el altar que "a las personas buenas hay que mantenerlas en el recuerdo del corazón, ya que sirven como ejemplo" y añadió que Luis Alvargonzález Romañá, "ayudó a hacer ciudad, y todo lo que se hace por la ciudad es un gesto de ejemplaridad que sirve para el futuro".

Recordando también la enorme vinculación del finado con Cuba, país al que emigró a la temprana edad de 13 años, acompañando a sus padres, que huían de la represión tras la guerra civil, el párroco de San Pedro, predicador notable, hizo alusión al mestizaje entre Cuba y Gijón. Rememoró Gómez Cuesta que la primera piedra para el Centro Asturiano de La Habana se llevó de Covadonga, siendo bendecida por el obispo de la época, en 1924. El monumental edificio que acogía a la comunidad asturiana en la capital de la isla caribeña fue proyectado por el arquitecto Manuel del Busto y Delgado, nacido en Cuba, fallecido en Gijón.

"Nos duele la tristeza de no poder seguir disfrutando de sus palabras, de sus gestos, pero sabemos con quién está, sabemos que nos ama y que podemos seguir amándole. Eso es la vida. Lo demás importa poco", dijo Gómez Cuesta. "Todos guardamos partes de los demás en nosotros. Hay una casa grande en el cielo, llena de estancias, para todos", concluyó el sacerdote.