E l nuevo panorama político que se abre en Asturias con la entrada en el Gobierno de un nuevo partido anima a sacar de los cajones algunas ideas que ya fueron propuestas a anteriores gobiernos para mejorar la gestión en determinadas áreas, pero que no tuvieron la acogida que se esperaba de ellas. Un ejemplo de esto es el artículo de opinión publicado en este periódico el día 13 de septiembre de 2005, en el que la Asociación de Guardas del Medio Natural del Principado de Asturias (AGRUPA) exponía el grave problema medioambiental y económico que suponían los incendios forestales en la región, identificaban la principal causa de su origen (creación de pastos para la ganadería extensiva) y ofrecían algunas medidas que adoptar o ensayar, encuadradas en un modelo de gestión silvopastoral del monte.

Tras más de seis años de la implantación de los equipos de investigación del origen de los incendios forestales (Bripas), ya sabemos objetivamente que el 83 por ciento de éstos se produce para crear pastos, según información proporcionada por el fiscal de Medio Ambiente, Joaquín de la Riva.

La tan oída expresión «crear pastos» se refiere a que cada 3-6 años, el ganadero más atrevido de la zona (ya que se expone a fuertes multas e incluso a penas de prisión), quema la misma zona de terreno a finales del invierno para conseguir que en la primavera-verano de ese mismo año y en los 3-6 siguientes, se genere pasto donde antes había matorral. El rápido rebrote y crecimiento del matorral quemado vuelve a invadir la zona, por lo que deberá ser periódicamente quemada para proporcionar nuevo alimento. La baja producción de herbáceas por metro cuadrado quemado es compensada con la aplicación de quemas a grandes superficies de terreno, lo que acarrea graves problemas medioambientales, económicos y paisajísticos (empobrecimiento y destrucción del suelo, disminución de la biodiversidad, alteraciones hídricas, imposibilidad de adoptar otros usos más sostenibles, etcétera).

Es especialmente en la última década cuando, ante la creciente preocupación surgida en la sociedad asturiana, el Gobierno del Principado se esfuerza en erradicar esta situación utilizando una mayor cantidad de recursos. Así, la dotación presupuestaria para Bomberos de Asturias se vio enormemente incrementada, se formaron cuatro equipos de investigación de incendios forestales, se incluyó a la Guardería de Medio Ambiente en el dispositivo de vigilancia, se aumentaron las partidas en trabajos de prevención, etcétera.

Sin embargo, a pesar de todo este esfuerzo, la tendencia de la superficie quemada anualmente se mantiene constante entre 1990 y 2008 según información proporcionada por el Indurot de la Universidad de Oviedo. Las medidas más destacadas, al menos en cuanto a gasto, han sido dirigidas a la extinción. También hay que reconocer una destacada partida para prevención, fundamentalmente en forma de desbroces y ciertas actuaciones selvícolas para proteger las masas ya instaladas. Sin embargo, las actuaciones para evitar que se produzcan los incendios para generar pastos han sido claramente insuficientes.

De las 42 medidas que se recogen en la Estrategia Integral de Prevención y Lucha Contra Los Incendios Forestales (2009-2012) tan sólo veo dos que inciden directamente en la solución del problema: «Promoción de la ordenación silvopastoral en la gestión y aprovechamiento de los pastos» y «Sensibilización de la población rural», ambas, apenas puestas en práctica. Conseguido un eficaz sistema de extinción (la superficie media quemada por incendio se ha reducido a la mitad entre 1990-2003 y 2004-2010; de 7,8 se ha pasado a 3,8 hectáreas), y establecido un completísimo marco de medidas a través de la estrategia 2009-2012, más adecuada para regiones con casuísticas de generación de incendios más diversas que la asturiana, creo que ha llegado el momento de aplicar estas dos medidas recogidas en la estrategia y reforzarlas con otras nuevas, para incidir sobre el origen concreto de la mayoría de los incendios.

Los costosos desbroces y los impactantes fuegos ilegales o quemas controladas sólo garantizan pasto para unos pocos años. El único modo de crear pastos de forma permanente y sostenible es a través del silvopastoralismo. Si tras el incendio dejamos que el terreno evolucione sin intervención humana, veremos cómo tras el pasto pronto rebrota el matorral; y si somos pacientes y esperamos un poco más, para la mayoría de los terrenos periódicamente incendiados, el matorral será desalojado en buena parte y sustituido por el bosque y su pasto asociado. Las actuaciones más costosas (casi exclusivamente desbroces puntuales), se llevarían a cabo durante el período de transformación. Una vez conseguido el bosque con su pasto asociado, no se requerirán más intervenciones, de modo que para producir pasto indefinidamente sólo tendremos que manejar convenientemente el ganado.

Conseguida la transformación, se podría alimentar la misma cabaña ganadera empleando mucho menos terreno, dada la mayor productividad de pasto en estos sistemas naturales, quedando así terreno libre para otros usos. De este modo, se obtendrían unos ingresos que complementarían los conseguidos con el ganado, y harían viable o se acercaría a la viabilidad económica esta actividad, cuya existencia en la actualidad depende de ayudas públicas de futuro incierto.

Podríamos decir que la implantación de este modelo en los montes asturianos, podría ser tan barato y sencillo técnicamente de establecer, como difícil si no se consigue la necesaria colaboración de la población rural. Para ello, sería necesario aumentar la comunicación con las personas implicadas, para que conozcan y participen en los diferentes planes que se desarrollen, dada la decisiva influencia que tienen en el éxito de esta propuesta.

La importancia socioeconómica y medioambiental de la ganadería extensiva en Asturias creo que justifica la redacción de una ley de Pastos en la que se contemple una ordenación pastoral para toda la región acorde con las exigencias medioambientales, se forme a los ganaderos en el uso de técnicas respetuosas con el medio ambiente, se recojan las medidas apropiadas para acercar esta actividad a la autosuficiencia económica y se exija una mayor atención y manejo del ganado.

Me atrevo a decir que éste es el mayor reto en materia de medio ambiente y agricultura que deberá afrontar el nuevo Gobierno: ser capaces de armonizar la necesaria actividad ganadera con un aprovechamiento más diverso, rentable y sostenible del monte.