Veinte mil alevines de trucha iniciaron ayer su andadura salvaje en los ríos Pigüeña y Cauxa, por Belmonte de Miranda, y en el río Tuña, por Tineo. Lo hicieron gracias a la buena mano de los alumnos del colegio público Belmonte de Miranda, dirigidos por la Real Asociación Asturiana de Pesca Fluvial y los guardas de la Consejería de Agroganadería y Recursos Autóctonos. Además, los escolares contaron con la ayuda de Michael Winship, presidente de Orvana Minerals Corporation, empresa matriz de Kinbauri, la compañía que explota la mina de oro belmontina de Boinás y que es organizadora de la actividad junto a los pescadores, por cuarto año consecutivo.

Ataviados con sus nuevas gorras que les regaló Kinbauri, los alumnos comenzaron a observar todo el proceso de repoblación. Los niños se mostraron sorprendidos ya desde el primer momento por la velocidad a la que se mueven los alevines en el agua, que «de repente desaparecen», indicó el alumno Enol Álvarez. Además, matizó que es importante que «se pongan zonas de pesca sin muerte como ésta».

La sorpresa dejó pronto paso a las prisas. Todos querían ser los afortunados en volcar los alevines al río Pigüeña desde los cubos en los que se los pasaban los pescadores. Con algún que otro inocente empujón, más de uno obtuvo el privilegio. La curiosidad de los alumnos por el futuro de los alevines en el medio salvaje obligó a Delfín Puente, presidente del colectivo de pescadores, a explicarles que «ahora ya pertenecen a la naturaleza y a la vida por lo que están expuestos a sus peligros y depredadores». Una afirmación que produjo el estupor entre algunos alumnos, al imaginar que las pequeñas truchas podrían ser devoradas por peces «más grandes».

Por su parte, Michael Winship disfrutó observando a los niños mientras realizaban la repoblación. Winship explicó que esta actividad sirve para «proteger el medio ambiente todo lo que podemos porque la mina genera un impacto y también unos beneficios, que tratamos de devolver al medio ambiente», explicó. Otro de los objetivos que motivan a Kinbauri a organizar este tipo de actividades es «concienciar a los niños sobre el respeto a la naturaleza y también que vean que la mina es una buena fuerza en la sociedad que genera empleo».

Los alevines tenían un tamaño de seis centímetros y crecieron durante los últimos meses en el laboratorio ictiogénico que la asociación de pescadores tiene en Cabañaquinta, Aller. La colaboración entre el colectivo y Kinbauri «trata de concienciar desde tempranas edades el sentido de la conservación de las especies fluviales», comentó Delfín Pérez, quien también defendió la «compatibilidad de la naturaleza y el aprovechamiento racional de los recursos naturales».