Dos años de preparación de la finca, un estricto control de calidad y nada de herbicidas químicos. Son los requisitos para producir faba ecológica, una variedad apenas explotada en el occidente de Asturias, y que corre peligro de desaparecer. El único productor, Sergio Suárez, acaba de recoger la última de sus cosechas, que ya reposa en el secadero. Tras cinco temporadas destinando una parte de su terreno al producto ecológico, considera la posibilidad de no volver a comercializarlo, ya que las normas obligan a rotar cultivos, y no dispone de otra finca que reúna las condiciones.

"El proceso lleva un periodo de dos años de transición, en que tienes que inscribir la parcela y estar dos años sin producir. Si son terrenos de prado, esa transición es un año", explica Suárez. En esta faba, los controles son dobles. Por un lado, los propios del consejo regulador de la indicación geográfica protegida de la faba asturiana; y además, los del consejo de producción ecológica. "Tienes que tener más cuidado con los tratamientos, que estén autorizados, y trabajar a base de laboreo, con maquinaria y a mano", cuenta. Aunque sobre el terreno las diferencias son mínimas: "El único cambio en la finca es que en las otras echamos un herbicida preemergencia, que aquí no podemos utilizar". Las fabas ecológicas se recogen un poco antes debido a que su plantación también fue anterior.

En el plato, opina Suárez, tampoco se aprecia una diferencia destacable. "En la faba, la condición de ecológica creo que sería imposible apreciar, no como en otros alimentos. Tan sólo a través de análisis químicos del producto como los que utilizan los organismos reguladores podría saberse". El productor coañés espera recoger unas dos toneladas de faba ecológica, los últimos kilos de una finca que pasará a producir la variedad más extendida, la faba de granja. En cuanto al resto de la cosecha, Sergio Suárez se muestra optimista. Es uno de los mayores productores de la región, y espera que "los kilogramos a final de campaña sean los que en un principio planeamos".

"Puede ser que con tanta agua y humedad haya habido más enfermedades, como hongos, pero no se notará mucho", cree el productor, que este año ha destinado 9 hectáreas a fabas de granja y otras tantas a verdinas.