El 15 de agosto de 1999, la vida de Manuel Ignacio Ruiz sufrió un giro dramático. En una tarde calurosa, bajo el sol de Sevilla, este banderillero, conocido como "Chico de Madrid" en los ruedos, fue cogido por un toro de la ganadería de José Ortega. Fue su última corrida. Las lesiones le imposibilitaron regresar a su hábitat natural, a la arena de las plazas, donde había disfrutado de tantas tardes de gloria. Diecisiete años después, Ruiz vive en una modesta casa en Llóngara, se gana la vida en la hostelería y disfruta reparando radios antiguas, dando paseos a la vera del mar desde bien temprano y dando capotazos a su perra. "Ella sabe embestir", asegura el exbanderillero.

Su historia y su profesión le hacen único en kilómetros a la redonda. A sus 51 años, mantiene el interés por el arte de lidiar toros, aunque ha preferido alejarse de las plazas y de Madrid, y buscar un retiro tranquilo en el occidente asturiano. Sigue el mundillo a través de las retransmisiones televisivas, periódicos y revistas. Guarda los recortes de prensa y alguna foto antigua.

Su afición por el toreo le viene de familia, de su padre, banderillero como él. "Manolillo de Valencia", era su sobrenombre. "Al principio quería ser torero. Empecé en la parte seria de las sesiones del bombero torero. Después hice tres tardes en Barcelona, pero a la hora de pagar a la gente me faltaban 11.000 pesetas. Lo dejé porque era muy duro", recuerda. Fue una figura de aquel tiempo, José Cubero Sánchez, conocido como "El Yiyo", quien le animó a dar el paso hacia las banderillas. "Empecé desde abajo, y siempre me fue bien", dice Díaz, que inició su carrera de profesional a inicios de los años ochenta. De entonces son sus mejores recuerdos, "la ilusión por ir hacia arriba, por el traje de luces...".

La lista de matadores con los que compartió faena es larga: Manuel Benítez "El Cordobés", Pepín Jiménez, Pepe Luis Vázquez, Manuel Ruiz Regalo "Manili", César Rincón, Roberto Domínguez, y, finalmente, José Antonio Campuzano, con el que disfrutó en su mejor etapa como banderillero. Puede presumir de haber lidiado con toros en las plazas de Madrid, Barcelona y Sevilla, entre otras muchas, además de visitar en alguna ocasión Gijón y Oviedo. Es destacable, por último, su itinerario por el continente americano, en largas giras "que eran lo que te permitía ahorrar dinero", comenta Chico de Madrid.

En su memoria se acumulan recuerdos. Muchos recuerdos sobre la arena de las plazas. Como cuando se convirtió en el primero en hacer el "salto de la Garrocha" (saltar por encima del toro con una pértiga) en Madrid con un toro "en punta". O como cuando sacó a empujones del ruedo a Manuel Díaz, hijo no reconocido de El Cordobés, al saltar como espontáneo. "Estaba todo preparado", revela el banderillero.

Lo que le duele a Chico de Madrid son los ataques al toreo, sobre todo de los dirigentes políticos. "Antes se ponían medallas promocionándolo, ahora lo hacen atacándolo. Te pueden gustar los toros o no, pero hay mucha gente que come gracias a ellos", explica. "El toro es para lidiarlo", añade. Y a pesar de las secuelas que le dejó la última cogida, no culpa al animal: "Es la obligación del todo, herirte, o matarte, por eso el toreo es tan grandioso. Pasé años malos, pero cuentas con eso cuando empiezas".

Tras tres años en el concejo franquino, Chico de Madrid asegura que vive "muy tranquilo" en la zona, es feliz y disfruta. "Alguna vez me reconocen tras la barra, y me preguntan qué hago poniendo cervezas. '¡De algo hay que vivir!', les digo".