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Aroma de señorío en Sangoñedo

La localidad, un antiguo coto señorial que ha perdido la mitad de su población, trata de resistir al declive rural con una concentración parcelaria

Una de las calles de Sangoñedo que llevan al palacio. D. ÁLVAREZ

Adentrarse en la localidad tinetense de Sangoñedo supone retroceder varios siglos atrás buscando los vestigios del que fuera uno de los cotos señoriales que se repartían por el que ahora es el término municipal de Tineo. El coto de San Juan de Sangoñedo se incluyó en el concejo ya avanzado el siglo XIX, junto al de Obona y al de Mirallo. De esa época señorial se conserva en medio del pueblo un palacio propiedad de la familia Menéndez de Luarca, que en la actualidad no cuenta con inquilinos.

"Sangoñedo fue un pueblo muy importante y de ello todavía nos queda como reflejo la gran cantidad de terreno y de monte del que disponemos", explica Manuel Garrido.

Además de su gran extensión de terreno, Sangoñedo fue un pueblo con un buen número de habitantes y de casas, que como la mayoría ha sufrido el éxodo rural, convirtiéndolo en menos de la mitad de lo que llegó a ser. "El pueblo llegó a tener 32 casas habitadas, ahora solo hay unas 12", comenta Garrido. Una situación que hace afirmar a los mayores del lugar, como Manuel Fernández, que "el pueblo se acabó, cambió totalmente y ya no queda nada de lo que fue".

Hasta tres bares se abrieron en Sangoñedo, un pueblo que no está a pie de ninguna carretera general, pero que aun así lograba dar vida a los tres establecimientos. "Se celebraban bodas y fiestas en las que no se entraba de la cantidad de juventud que había", recuerda Garrido.

Unos tiempos de gentío y alboroto en los propios pueblos que quienes lo vivieron echan de menos. "La diversión de antes no se puede comparar a la de ahora, había más reuniones con los vecinos, cualquier trabajo del campo era una fiesta y, sobre todo, la gente se ayudaba", lamenta el vecino.

Unos de esos tres bares tienda del pueblo mantiene aún su puertas abiertas. Es Casa Rebocho, con más de medio siglo de historia. Se encargan de él Benjamín Francos y Mari Ángeles Menéndez, aunque ahora solo venden cuando a sus vecinos les hace falta algo de primera necesidad en casa. "Ni siquiera como punto de reunión se utiliza, ahora ya es solo un apaño para comprar cosas concretas", explica Lorena Francos, hija de los propietarios.

Sangoñedo fue siempre un pueblo ganadero, aunque ahora solo quede una única explotación. "Fueron poniendo las cosas tan bravas con muchas exigencias y poco rendimiento para los ganaderos que al final la gente tuvo que ir marchando", se quejan. Y eso que los vecinos disfrutan de una concentración parcelaria desde hace más de una década, que muchos piensan que debería haberse hecho antes, cuando todavía quedaba gente en el pueblo que apostaba por la ganadería. Reconocen que aportó muchas facilidades al trabajo en el campo, que ya se había mejorado con la entrada de la maquinaría. "Se perdía mucho tiempo yendo a una finca y otra para recoger un puñado de hierba, ahora está todo junto y tenemos unos buenos caminos", subraya Manuel Fernández.

El tiempo libre que dejaban las labores del campo se disfrutaba sin salir del pueblo con el juego de bolos y de boliche. "Al lado de la escuela teníamos la bolera, pero ahora hace mucho tiempo que se dejó de jugar porque no hay gente", lamentan. También se celebraban tres fiestas, la del Carmen, San Juan y San Antonio. Esta última se hacía en un campo en pleno monte que aún hoy en día se conoce como el campo de San Antonio.

A pesar de la pérdida de población, en el pueblo todavía se pueden oír las risas de un par de niños y algún que otro joven en edad escolar.

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