Corría el Grand National un caballo que tenía el stoniano nombre de «Tumbling dice». Estaba cien a uno en las apuestas, pero, qué demonios, una canción es una canción. Bueno, en fin, que uno esperaba a ver qué hacía el caballo en cuestión, por si ganaba. No ganó. Hubo emoción, menos caídas que de costumbre, golpes de fusta en los metros finales y más de seiscientos mil euros para el dueño del caballo ganador. Correrá la cerveza por la ciudad de los míticos «Beatles», dijo el comentarista. Tampoco fue la predicción más meritoria de todos los tiempos; la cerveza debe correr por Liverpool con facilidad. Hasta su equipo de fútbol (bueno, el más famoso, hay más de uno) luce en sus camisetas publicidad de una marca de cerveza; eso sí, danesa. Hizo grandes anuncios Carlsberg; si los Reds ganaran la Liga de Campeones, sería un puntazo para unos y otros. ¿La ganarán? Está crudo. Hay cuatro equipos ingleses en cuartos. Sólo uno de la Liga española, y en horas bajas. El estado de gracia es breve por definición. Los que ahora le reprochan a Ronaldinho su decadencia ¿serán los mismos que lo elevaron a los altares cuando era una estrella? El cariño de las masas es impersonal, y el mensaje es claro: entretén nuestro ocio y te pagaremos mucho. Hacían bien los antiguos romanos en poner un hombre a la sombra del triunfador diciéndole: «Recuerda que eres humano». Eso, en el fútbol, no se hace. Y se nota.

No un caballo, sino cuatro, llevaba Charlton Heston a la victoria en Ben-Hur. Lewis Wallace publicó la novela cuando era gobernador del Estado de Nuevo México; fue durante su mandato cuando, en ese mismo Estado, Pat Garrett acabó a tiro limpio con Billy «El Niño». O no tan limpio, quizá; parece que Billy tuvo pocas oportunidades de defensa. Parece también que sus últimas palabras fueron dichas en español; lo había aprendido en sus correrías fronterizas. No había Instituto Cervantes en la época (ninguna ley histórica garantiza que las cosas tengan que ir a mejor con el tiempo). Pat Garrett era sureño, de Alabama. Un tipo duro. Lo mataron alevosamente hace cien años; tenía enemigos. El caso es que ahora se puede ver el Grand National en la tele de pago y concluir lo de siempre: el deporte reproduce la épica perdida. Aquello es una carga de caballería multicolor. ¿Acabará Ronaldinho en las redes berlusconianas? ¿Habrá algún día un carril-bici digno de tal nombre en Gijón? ¿Batirá la parroquia sportinguista el Récord Guinness del sufrimiento esta temporada? Como decía el anuncio de Carlsberg: Posiblemente.