Leo unas declaraciones de Alfonso Guerra en las que confiesa no gustarle Pepe Bono para presidente del Parlamento. A mí tampoco me gusta, es preciso reconocer que no será malo que en un partido político haya de todo. Como en las familias. Quienes hemos tenido muchos hijos sospechamos lo aburrido que ha de ser un hogar donde los hijos sean clónicos.

En los partidos, corporaciones, gobiernos, e incluso en las tertulias, es preciso que exista el pluralismo. Desde luego, dentro de un orden, porque lo caótico (aunque sea muy entretenido) tampoco es conveniente.

En la película musical sobre la familia Trapp, todo los chicos tocaban instrumentos distintos. ¿Se figuran un partido en que todos sea «Zaplanas»? Y ¿un Gobierno de «Bonos»?

Casi prefiero los tambores de Calanda, aunque el «otorrino» de mi casa civil no me lo recomiende.

En la diversidad está la verdad, pues no es cierto que haya una sola verdad. En España, sin contar los inmigrantes «sin papeles», hay 40 millones de verdes.

Recuerdo cuando vinieron a los Campos Elíseos los Coros de los Cosacos del Don (era en tiempos de Stalin), todos cantaban la misma canción, pero las voces eran distintas.

En todo colectivo ha de haber bajos profundos, barítonos de pastoso timbre, vibrantes tenores. Y hasta algún «castrati». Para hacer de soprano, que nunca viene mal.