No veo ni escándalo ni rareza ni perjuicio ni accidente ni siquiera verdadera novedad en las elogiosísimas palabras que el Rey le ha dedicado a Zapatero. Me explico.

Que don Juan Carlos se muestre orgulloso del presidente del Gobierno es bueno para todos. Incluso si es una calamidad, ya que en tal caso al menos le brinda un balón de oxígeno y mejor político con respiración artificial que ahogado.

Si antes el Rey nunca había hecho tal quizá fue porque jamás llegó a contemplar a un presidente con el agua al cuello: crisis económica galopante, quiebra de la nación española, aislamiento internacional...

Creo que, frente a lo que ha dicho Rubalcaba, al Rey no lo cogieron con la guardia baja. Dijo lo que dijo porque quería decirlo. Don Juan Carlos es uno de los españoles más inteligentes y prudentes, lo que no quita para que se pueda equivocar e incluso estrepitosamente.

Del racimo de frases -ditirambos aparte- cuenta una: «Él sabe muy bien hacia qué dirección va y por qué y para qué hace las cosas».

Como ZP, tras las elecciones de marzo, ha pegado un giro de 180 grados, la frase real, tan clara y rotunda, cobra un especial valor.

Vamos, que el pacto PSOE-PP es un hecho y es un hecho por la presión de los poderes fácticos, como vengo sosteniendo desde la entrada de la primavera.

Zapatero gira y coge el buen rumbo -sobre todo, echa el freno a la disolución de España vía independencia de los llamados territorios- y, claro, el jefe del Estado hace unas declaraciones apoyándolo.

La situación es tan grave que no caben remilgos. Por eso me parece excelente que el Rey, aun con ciertas elipsis, muestre su apoyo al nuevo ZP. A ver cómo se arregla Rajoy para cumplir con su parte del pacto. No se lo están poniendo fácil, así que quizá se vea obligado a dimitir.

En ese caso, ya se sabe, Dolores de Cospedal: como se quería demostrar.