Durante los últimos años, a consecuencia de los múltiples puestos de trabajo que se evaporaron en las brutales reconversiones sufridas, varios frentes de fondos estructurales, mineros y de otros tipos, provenientes tanto del Norte como del Sur, han descargado sus bendiciones sobre la región. No digo que haya caído un diluvio de millones, pero sí que ha sido bastante más que una orvallada. Lo que se pretendía con este riego de euros era, supuestamente, que florecieran nuevas empresas capaces de absorber el empleo perdido. Sin embargo, los resultados no estuvieron a la altura de las expectativas. Cierto que se creó algo de empleo, pero fue, sobre todo, en empresas relacionadas con el ladrillo y el cemento, y más con su aprovechamiento especulativo que con su fabricación y colocación. Desdichadamente éste es un sector volátil, de crecimiento rápido pero de poca resistencia a los malos tiempos. Por eso, a los primeros síntomas de sequía financiera las inmobiliarias han empezado a desaparecer como el pasto en agosto y las constructoras están echando trabajadores al paro como quien suelta lastre antes de emprender el vuelo.

No es que todo ese dinero llegado de afuera se haya perdido, porque es fácil imaginarse dónde puede estar ahora, pero el beneficio que de él se ha derivado para la economía de los asturianos (de la mayoría, quiero decir, no de unos pocos) ha sido más bien escaso. Y, si las cosas no iban demasiado boyantes cuando nos llovían «les perres a puñaos», no quiero imaginarme en el futuro cuando nos las echen con cuentagotas. Es muy probable que muchos proyectos hayan de ser aplazados indefinidamente y, si no se remedia, esto contribuirá a aumentar el paro y a agravar la crisis. Por eso, ya que no es posible crear empleo con las obras que se hacen, habrá que crearlo con las que no se hacen. Parece difícil, pero más complicado era convertir deudas hipotecarias incobrables en sólidos valores financieros y los bancos americanos lo consiguieron (temporalmente, eso sí).

Para empezar, se puede crear una Empresa de Reforestación de Solares de Obras Pendientes (ERSOP), un Equipo Generador de Disculpas Aceptables (EGDA) y un Grupo de Desmemorización Hipnótica (GDH). Para aclarar sus funciones, tomaremos como ejemplo el solar del «futuro» centro de salud de Cangas, actualmente dedicado al cultivo intensivo de malas hierbas. Si la ERSOP lo planta de nogales, cuando se construya el edificio se podrá aprovechar la madera para los muebles de los despachos y mientras podremos comer nueces muchos años. Además, ese rumor que se desliza medio susurrado por los mentideros de la villa de que no se hace porque hemos sido malos y no los hemos votado lo suficiente no es una explicación. De hecho, ni siquiera es una disculpa. Es un insulto a los cangueses. Es imprescindible que intervenga el EGDA. Y, por fin, siempre quedan ciudadanos que recuerdan las promesas hechas y sufren viendo que no se cumplen. La TPA debería intercalar en las horas de máxima audiencia un anuncio con unas lucecitas oscilantes y una voz suave de fondo que dijese algo así como: «¡Relájese! ¡Tiene usted sueño, mucho sueño! ¡Ahora se dormirá y, cuando despierte, no recordará nada de lo que le hemos prometido en los últimos tiempos!». Así, olvidadas las promesas gracias al GDH, se evitarán muchos sofocos de indignación a los que las creyeron y muchos sofocos de vergüenza (suponiendo que la tengan) a los que las hicieron.