El pasado puente de la Inmaculada Constitución se ha ido convirtiendo en una fecha funesta para la cabaña porcina. No siempre fue así. Anteriormente, las matanzas se distribuían a lo largo de estas semanas sin agobios. El hecho de que todas se concentren ahora esos días libres para aprovechar que viene la gente que está fuera es sólo otro síntoma de la despoblación de nuestros pueblos. Otra muestra de las devastadoras consecuencias de la emigración que sufre nuestra comarca. Todos los años, una promoción (cada vez más pequeña) de nuestros jóvenes se va a continuar sus estudios o a buscar trabajo a otros lugares, convirtiéndose, así, en leyendas urbanas. A la mayoría de ellos ya sólo volveremos a verlos en vacaciones. Cierto que se llevan con ellos el amor por nuestra tierra, pero, por desgracia, también se llevan con ellos una buena parte de nuestro futuro.

A estas alturas ya debe ser evidente para (casi) todo el mundo que las políticas de asfalto y hormigón que se llevaron a cabo, financiadas con los fondos mineros, sólo sirvieron para enriquecer a unos pocos que, cuando se acabó la lluvia de millones, desaparecieron dejando en la calle a todos los que habían creído sus promesas. A estas alturas (casi) cualquiera que sepa las cuatro reglas puede sumar, por un lado, las cantidades recibidas, por otro, los empleos reales creados y, luego, con una simple división, podrá comprobar que, con una décima parte de esa cantidad, se podría pagar el sueldo a diez veces más personas. Adónde fue a parar el resto del dinero sí que es buena materia para una leyenda urbana. Sin embargo, los responsables de este tremendo fraude a los ciudadanos siguen ahí, saliendo cada poco en los medios para presumir de su maravillosa gestión sin sonrojarse siquiera.

A estas alturas debería ser evidente para (casi) todos que las obras faraónicas como el Hospitalón, El Muselón y las autovionas sólo son pan para hoy (caviar en algunos casos) y paro para mañana. Cuando se acaben, todo el empleo que han generado desaparecerá, las empresas se largarán con la pasta y nosotros nos quedaremos sin los puestos de trabajo y sin un duro. No es que vayamos a entrar en recesión es que caeremos en barrena. El principal problema de Asturias no son las comunicaciones sino la falta de una política de desarrollo empresarial e industrial verdaderamente sostenible. Sin ella, el AVE sólo servirá para que nuestros jóvenes puedan venir a visitarnos más a menudo desde Madrid.

A estas alturas (casi) incluso los más optimistas se han dado cuenta de que las minas a cielo abierto, las canteras, los parques eólicos, las líneas de alta tensión, los centros de interpretación, los polígonos industriales y los jardines y farolas no han impedido que nuestra comarca haya perdido un tercio de su población en pocos años. A estas alturas (casi) todos sabemos que, tal como están las cosas, la llegada de la famosa autovía a Cangas (otra leyenda urbana) sólo serviría para que perdiéramos un tercio más de los que quedan.

A estas alturas (casi) hasta los más recalcitrantes se han percatado de que lo único que nuestros dirigentes locales y autonómicos, pasados y presentes, han hecho con el futuro de Asturias ha sido venderlo para solucionar el suyo. Como ya (casi) sólo quedan restos, probablemente hagan liquidación uno de estos días.