Desde el primer día se vio que los socialistas, capitaneados por el viceconsejero Jorge Fernández León -Laboralman para entendernos-, habían metido la pata hasta el corvejón.

Aquel abandono extemporáneo de la plataforma pro Oviedo como Capital Europea de la Cultura en 2016 fue un error garrafal, sin duda fruto de la inquina antiovetense que les nubla el buen criterio.

Inmediatamente se vio que si Oviedo, en solitario, conseguía la capitalidad, el éxito sería al cubo, y si no, la culpa para las instituciones encabezadas por los socialistas -el Principado, los ayuntamientos de Gijón y Avilés...- que decretaron el boicot.

En las dos hipótesis posibles Gabino de Lorenzo saldría ganando. En las dos los socialistas perderían. Y en vísperas electorales.

A los pocos días Gabino de Lorenzo, en un rasgo de excesiva generosidad -sospecho que, como siempre, pésimamente aconsejado por el Estudiante y el Algarrobo-, pidió perdón por errores del pasado y tendió la mano a quienes le habían dejado en la estacada.

En mala hora porque los capitanes del cerco de Oviedo interpretan cualquier gesto de concordia como debilidad y lejos de aceptar la mano tendida se rieron públicamente del alcalde carbayón.

Pero la lógica de las cosas manda. Paloma Sainz, lideresa de los socialistas ovetenses, se pasó de inmediato al bando de Gabino de Lorenzo, que es el de Oviedo. Y varias instituciones asturianas ya han brindado su apoyo generoso a la candidatura carbayona.

Sospecho que Javier Fernández, jefe de los socialistas astures y candidato para las elecciones del año que viene, está que fuma en pipa porque el absurdo boicot decretado por los arecistas lo va a pagar él. Incluso hay quien piensa que es una trampa/venganza.

Para colmo, en el horizonte asoma el perfil de Francisco Álvarez-Cascos, origen y causa eficiente de incontrolables y constantes ataques de pánico en la extensísima familia socialista asturiana.