Puedo y quiero decir que cuando vi la fotografía que nos acompañó durante la sesión en la que comparecen el autor de «Los mares detenidos» y María Zambrano en animada charla, viví un momento muy especial.

Juntos el que fue alma en las últimas décadas de la revista literaria «Ínsula», de la Editorial Espasa-Calpe, y la discípula de Ortega cuya obra está cobrando más relevancia a medida que el tiempo avanza. Entre 1904, año de nacimiento de María Zambrano, y 1953, en el que vino al mundo Carlos Álvarez-Ude, se diría que con ese encuentro entre ambos hubo una continuidad que nunca llegó a romperse del todo, la de nuestra mejor literatura, la de lo más selecto de nuestro pensamiento, por mucho que por el medio hubiera guerras, silencios impuestos y largos y dolorosos exilios.

Miguel Trevín, tan vinculado a la comarca de los Oscos y amigo del poeta y editor desde hace décadas, fue el principal organizador del homenaje, en el que intervinieron el poeta y profesor de la Universidad de Oviedo Leopoldo Sánchez Torre, la escritora y compañera de Carlos, Alejandra Díaz- Ortiz, su hermano Fernando Álvarez-Ude, su primogénito, Juan, y el que escribe estas líneas.

Ahora que su destino final fue el Cantábrico en Hontoria, quiero, además de recordar la figura de Carlos, poner de relieve la presencia de su figura en Asturias.

En muchas de las conversaciones que mantuvimos desde que lo conocí, en 1990, mencionaba también los Oscos, su belleza, su encanto, lo mucho que para él significaron sus estancias en esa comarca tan alejada y tan ignorada también en la propia Asturias.

De los Oscos a Hontoria pasando por Oviedo. Es relevante la presencia de Asturias en la trayectoria vital de Carlos Álvarez-Ude.

En los años ochenta fue cuando conoció los Oscos, cuando entró en contacto con su paisaje tan singular, cuando percibió el significado de estos extraordinarios parajes del Occidente.

Por otra parte, fueron muchos los veraneos que pasó en Hontoria, junto a su mar Cantábrico, tan omnipresente en su poesía.

Y es que, en medio de ruidos y furias, de noticias efímeras que acaparan la actualidad casi por completo, es obligado dejar constancia del destino final del poeta y editor en nuestra tierra.

Porque no sólo estamos hablando de una figura de primer orden en el mundo editorial, especialmente en lo que respecta a los estudios de la última poesía española, sino también de un excelente poeta y, por si todo ello fuese poco, de una persona tremendamente generosa que dejó entre todos quienes tuvimos la suerte de conocerlo recuerdos tan imborrables como excelentes.

Carlos representaba, entre otras muchas cosas, el entusiasmo por la obra bien hecha, la enorme capacidad para percibir no sólo un nuevo libro o un autor que despuntaba, sino también el don de la oportunidad para saber en qué momento la prestigiosa revista tenía que ocuparse del estudio de una época literaria cuando se cumplían efemérides o también cuando emergía con la misma fuerza que una obra nueva que despuntaba.

Que haya sido Asturias en una medida importante una especie de tierra de acogida para Carlos, de refugio en determinados momentos de su vida, de descanso y también un lugar de encuentro con sus amigos, tiene una relevancia que va mucho más allá de la actualidad concreta de una noticia determinada.

En este mismo periódico, Pablo Ardisana acaba de publicar un hermoso artículo de despedida a nuestro poeta y editor, y no es en modo alguno inapropiado añadir a todo lo que se viene diciendo la presencia de los Oscos en el itinerario vital de Carlos.

Un madrileño que sintió mucho amor por nuestra tierra. Un literato que no estuvo en Asturias de visita, sino que además llevaba a nuestra tierra incorporada en su vida y en su obra.

La emoción al hablar sobre Carlos el pasado primero de mayo en Poo fue grande, no menor que la que siento ahora escribiendo este artículo con el que pretendo poner de relieve que la comarca de los Oscos no puede soslayar que en ella encontró cobijo, parada y fonda una parte nada desdeñable cualitativamente de la vida y la obra de alguien a quien la última literatura española le debe mucho por su trayectoria como editor, de alguien que también supo hacer poesía de la vida, y de la vida, poesía.

Tu figura, Carlos, se agranda, de esparce y se desordena por la geografía asturiana que cuenta con el privilegio de tenerte gracias a tu talento y generosidad.