Cuando estas líneas escribo, es 11 de mayo del año 2010. Así que, lo que ocurra a partir de esta fecha, será otro cantar si así lo quieren las voces que se desgañitan.

Hace unos días llamé por teléfono a quien creía un amigo y le pregunté por una significativa persona que estaba en su?, ¿empresa? La respuesta me sorprendió, porque yo, al menos a los que considero amigos, no suelo «aplicarles» política alguna y bien creo que me conocen suficientemente cómo para atreverme a hacerles tal requisitoria. Pues no, sinceramente nos equivocamos los dos, como aquel viejo chiste de «Gila al teléfono», cuando el que responde dice: «Se ha equivocado usted al marcar», a lo que contesta quién llama: «O usted al descolgar». Dejando los chistes al margen, creo que esta conversación maldita la gracia que tuvo y cómo se fue complicando a medida que?

Así, el hombre, o mejor pro hombre por el que pregunté, ya no está donde estaba y, como suele ocurrir cuando las cosas no discurren como uno piensa -por viejo, mal asunto, pero por diablo, peor aún-, el preguntado al otro lado del cable elude respuesta alguna y, utilizando términos poco inteligibles, masculla disculpas peregrinas, que mejor definiría como extrañas, impropias de un ser adulto, pienso, porque a lo peor soy yo el que no se explica adecuadamente que también puede ser. La cosa es que, sin darme cuenta y metido en algo similar a un berenjenal o mejor un patatal de puta madre -disculpen la expresión-, el interlocutor entendió lo que quiso, yo, a su vez, quise aclararlo y no lo conseguí por más que me esforcé. De ser en persona, la conversación pudo acabar como el Rosario de la Aurora. Al final y lo digo con toda la seriedad que soy capaz, lo sentí en el alma por mis malos modos -los del otro, allá con su conciencia-, pero no por eso pasé una mala tarde ni peor noche: simplemente no me sentí culpable y unilateralmente di el tema por finiquitado.

¿Para qué quiere uno la cabeza, sólo para llevar gorra? Con la silenciosa herramienta que es internet, busqué en la?, ¿empresa? y allí me encontré con el nombre de la persona por la que, insisto, inocentemente preguntaba y el pro hombre continuaba figurando en su organigrama. Pero tuve que devanarme un poco más los sesos para llegar a la conclusión que sí figura, pero con la gran probabilidad de que no esté físicamente. Y es cuando descubro: la página web no está puesta al día. Es decir, al mencionado día 11 de mayo, ¿quién «no la mantiene»?

Las cosas y cuestiones se nos deslizan de las manos: todo no lo podemos abarcar y algo se queda, como el viejo y cansado funcionario «para el día siguiente». Y remato con la ironía de lo bien que me pintaba el horóscopo de hoy: no acertó ni una. Eso sí, al final me decía «haga ejercicio». Como no fuesen los espirituales para ver si limpio la conciencia?