Hace ya muchos años conocí a un tipo que tenía la costumbre de poner letra y música a los momentos difíciles. Solía acertar de plano; siempre encontraba la canción adecuada. Me acordé de él mientras asistía, mudo, a una tertulia de amigos en la que se discutía sobre las medidas que convendría adoptar para reducir el gasto publico sin hacer demasiada sangre. Y, allí, era tal el guirigay que por más voces que daban no llegaban a ningún acuerdo.

Extrañados de mi silencio, pidieron que me mojara. Y fue entonces cuando me acordé del tipo que dije antes y me salió, sin pensarlo, el estribillo de aquella canción que cantaba Nat King Cole? «Siempre que te pregunto? Qué, cuándo, cómo y dónde, tú me respondes: Quizás, quizás, quizás?»

Fue como un acto reflejo. En aquel momento no pensaba que la música es la forma más práctica de dar rienda suelta a nuestros sentimientos de placer o desagrado. Eso decía Pitágoras, que descubrió la naturaleza del orden numérico del sonido y consideraba que la música venía a ser la expresión perfecta de la proporción y la medida. Cuestiones de las que no deben andar muy sobrados quienes gobiernan nuestras comunidades autónomas pues desafinan en el gasto más que una orquesta de feria. Desafinan, sobre todo, por lo que gastan en sus respectivas televisiones. Y, en eso, tanto da que gobierne el PSOE como que lo haga el PP: todos gastan a manos llenas y creen que tienen derecho a ese juguete o capricho.

La deuda de las televisiones autonómicas supera los 4.000 millones de euros. No me extraña porque, si venimos a lo nuestro, no parece que tenga mucho sentido que nuestra TPA gaste 2,4 millones en la retransmisión de los partidos de fútbol que podemos ver gratis, sólo con cambiar de cadena. Tampoco lo tiene, a mi juicio, que la Fórmula 1 nos esté costando, entre unas cosas y otras, 4 millones de euros cuando también podemos verla sin que nos cueste un duro.

No sé a ustedes, pero a mí me parece que gastar más de mil millones de pesetas en algo que sólo cuesta apretar el mando y cambiar al canal siguiente es poco menos que tirar el dinero. Y que conste que siempre defendí y, defiendo, la necesidad de tener una televisión autonómica. Aunque, visto lo visto, no se yo si nos traerá cuenta porque el presupuesto consolidado de la TPA, para este año, sobrepasa los 39 millones de euros. Casi siete mil millones de pesetas para, según decían, difundir la cultura asturiana, reforzar nuestra identidad y hablar de lo nuestro. Algo que no creo que se consiga dando partidos de fútbol, retransmitiendo la Fórmula 1 y regalándonos películas de vaqueros de los años cincuenta.

Poner orden y frenar el despilfarro de las televisiones autonómicas quizá no solucione el problema del déficit, pero por algo se empieza. Sobre todo, cuando, como en nuestro caso, la televisión del Principado regala dinero al fútbol millonario y se olvida del fútbol modesto.

Así están las cosas. El inconveniente que yo le veo a cantar las verdades, como hacía aquel tipo, es que siguiendo con la canción que citábamos al principio alguien puede responderme: "Estas perdiendo el tiempo? Pensando, pensando?