He entendido siempre por sindicato aquella asociación libre, independiente y legalmente constituida que defiende por medios lícitos los intereses de los trabajadores. A propósito de la convocada huelga general del día 29, habría que preguntarse si nuestros sindicatos mayoritarios, UGT y Comisiones, cumplen con estas notas de libertad, legalidad e independencia que, en una sociedad occidental de nuestros días, les librara de sospechas de amarillismo o incluso de los antiguos pujos revolucionarios. Hágalo cada cual según su interpretación.

Un alto sindicalista defendía hace unos meses esta «huelga a plazo» con el argumento de que el lapso de tiempo desde su convocatoria era necesario para reflexionar, organizarla bien y buscar argumentos. Eso ya lo dice todo. A los sindicatos mayoritarios no les interesa enfrentarse abiertamente con un Gobierno del que de alguna manera dependen, tras recibir en su momento el sustancioso patrimonio del sindicalismo vertical y cada año las subvenciones y prebendas de nuestros días.

«Muchos estiman -decía el firmante aquí mismo el 22 de junio- que los sindicatos al convocar la huelga a un plazo tan extravagante tratan de conciliar su simpatía por el Ejecutivo con la necesidad de salvar la cara ante los trabajadores? Una cosa es segura: que el mayor chivo expiatorio del 29 de septiembre no va a ser tanto el Gobierno como el PP y los empresarios». Lo estamos viendo con ese prodigio de finura y sensibilidad que son los vídeos del Chiquilicuatre.

El pasado día 7 tuve la oportunidad de estar presente en la entrega de las medallas de Asturias. Allí, el dirigente de SOMA-UGT, José Ángel Fernández Villa, un liberado de oro (33 años de liberación nos contemplan), dio las gracias en nombre de los premiados, pero también aprovechó para lanzar un verdadero mitin que se correspondía con la exposición de méritos del sindicato recogidos en la publicación oficial de la entrega de galardones, entre ellos, el desarrollo de «un destacado papel en la lucha por las libertades (sic), en la Revolución de Octubre y durante la Guerra Civil y el Franquismo».

Una contribución sin duda impagable -la de los sindicalistas revolucionarios, digo- a la libertad de los supervivientes de aquel feroz ataque del 34 al régimen republicano (y ni te cuento a la de los muertos), a la democracia que en el texto se invoca y, por todo ello, a la civilización occidental. ¡Qué mal informados estábamos!

Hoy las libertades van por otro lado, y esperemos que las puedan ejercer quienes el 29 quieran ir a trabajar, sin coacciones ni cortapisas de los piquetes. Lo que no podrán hacer las legiones de parados que, en cifras millonarias, aunque se traten de maquillar, se lamen sus heridas en España sin que los sindicalistas de veras liberados den muestras de estremecerse mientras disfrutan de una situación de privilegio.

No va a ser tan fácil la generalización del paro el día 29. Lo demuestra la preocupación por reducir a la insignificancia los servicios mínimos del transporte y con el divertido recurso a los abuelos.

Habrá que preguntarse si, a estas alturas, cumplen de veras su función las grandes centrales sindicales en España.