Casi diez años se cumplen ya de una de las frases más gloriosas de la historia de Gijón, aquella que pronunció el entonces presidente del Sporting, Juan Arango, ante la municipalidad de Paz Felgueroso: «¡Véndovos Mareo!», es decir, la Escuela de Fútbol de Mareo. Y el Ayuntamiento de Gijón, practicando el vicio nacional de ponerse de rodillas ante el fútbol y todo cuanto lo rodea, colocó sobre la mesa 1.500 millones de pesetas de entonces. Con aquello, el club rojiblanco salió en parte de apuros y se ofreció a recomprar Mareo en el plazo de una década, que ahora se cumple y que obliga a que Felgueroso, mientras recoge sus pertenencias de la alcaldía, revise el modo de prolongar legalmente el estado de recompra, ya que el Sporting va bien, pero no tanto como para ponerse a comprar tierras. Resumiendo: 1.500 millones de caudales públicos que serían muy útiles para otros fines en estos tiempos de crisis, pero que han estado congelados durante 10 años y tienen pinta de ir a estarlo otro tanto. Esto es: «¿Véndovos mareo!», segunda parte. ¿Y las virtudes terapéuticas del fútbol en tiempos de desolación social? Por ahora, suspenderemos el juicio.

No obstante, anotamos la grandeza de esa frase, comparable a otra de las más brillantes de la historia gijonesa, la del manquín. La anécdota la cuenta genialmente el veterano y amigo periodista Juan Ramón Pérez las Clotas, ya que su padre estaba presente en aquella velada del teatro Dindurra en la que unas actuaciones benéficas se demoraban. Entonces, alguien le dijo al telonero, manco, que saliera a dar explicaciones. Lo hizo con gran unción, pero alguien vociferó desde el público: «¿Ahora yes empresariu, manquín?». Respuesta: «No, soy la puta que te parió». Horrorizados, los promotores del acto exigieron al manquín que pidiera inmediatamente disculpas. Y también lo hizo, y de tal modo que bordó el suceso y demostró un claro instinto natural para distinguir entre las clases sociales: «Distinguido público, les pido disculpas, pero es que aquí, en el patio de butacas, no pasa, pero allí, en general (gallinero), hay cada hijo de puta...».