El segundo trimestre -según el calendario educativo, claro- siempre era propicio a las huelgas y a las manifestaciones de los estudiantes. Acaba de actualizarse la tendencia.

Estaba cantado: llega la derecha al poder y la izquierda, a la calle. Así entienden la democracia. Encima se juntan el hambre con las ganas de comer, y nunca mejor dicho, porque a las necesidades de la mayoría hay que restar las cestas de Navidad de la progresía. Al menos la asturiana.

A las demagogias de la izquierda se han sumado las mentiras de la derecha. Rajoy bate récord de engaño y, claro, a la calle, a la calle, que ya es hora de pasearnos a cuerpo y demás monsergas mil veces repetidas pero, extrañamente, nunca desgastadas.

Los sindicatos, tan entregados a este Gobierno como al anterior, no tienen más remedio que lanzar una potente huelga general porque de lo contrario se verán desbordados en apenas unos meses. Y si no sirven para contener a las masas, el Gobierno dejará de darles ingentes cantidades de dinero y se acabará el negocio reivindicativo.

Huelga general, pues, para que no ocurran cosas peores. Ésa es la estrategia.

Y ya puestos, huelga general el 29 de marzo para que las campañas electorales de Asturias y Andalucía se conviertan apenas en unos apartados menores de los procesos de agitación que ya estamos viendo y que irán a más, a mucho más. Si no tiene éxito la huelga general, peor aún porque los incontrolados -o controlados, vaya usted a saber por quién- cogerán todo el protagonismo y lo de Grecia será un juego de niños.

Rajoy ha hecho lo peor de lo peor: engañar masivamente a los ciudadanos y resucitar la vieja lucha de clases. Si no es salvado por los sindicatos con una huelga general que funcione como vacuna, los agitadores -que sin duda responden a los intereses de potencias extranjeras, ¿adivinan a cuáles?- nos desestabilizarán a lo bestia y nos enviarán de cabeza al abismo del Tercer Mundo.