La guerra de jueces es insoportable, porque nadie se cree que disputen por hacer justicia. ¿Cómo es posible semejante ansia laboral?

Sospecho -y usted también, amigo lector- que tratan de hacerle un favor al Gobierno, salvándolo de un trance muy difícil o quizá estén peloteando al futuro Gobierno -del PSOE o de quien sea- arremetiendo contra el actual inquilino de la Moncloa, para, así, acelerar el cambio.

Ayer Bárcenas se plantó, porque tras quedar claro en los Juzgados que los famosos papeles no eran más que fotocopias de recortes, obviamente, manipulados -no hay partido u organización cuya contabilidad salga a solo un folio por año-, todas las insinuaciones o denuncias se vienen abajo.

Como siempre. La famosa «Gürtel» empezó en una cacería por tierras de Ciudad Real en la que participaban el ministro de Justicia, el juez del caso, la fiscal correspondiente y el jefe de la Policía Judicial. Ciegos de pegar tiros se pasaron de comunidad autónoma y les cayó una multa por carecer de los permisos. Ni en las escopetas más delirantes del franquismo se llegó a ver algo así. El soporte era y aún es unas escuchas que, como el juez ha sido expulsado de la carrera, supongo que se realizaron ilegalmente. Vamos, que si hay justicia todo quedará en nada.

Otra cosa es que en torno a «Gürtel», Bárcenas y compañía la ciudadanía haya llegado a la convicción de que son unos chorizos y obre en consecuencia. Electoralmente, claro.

Rajoy ya ha hecho lo fundamental del encargo recibido. Un ajuste de caballo que pagan los corderos -con su terrible silencio-, vía libre a la independencia de Cataluña, empezando por un concierto económico que reclama la mismísima Alicia Sánchez Camacho, y los asesinos de la ETA, a la calle, ya que militan en las instituciones y su programa separatista está prácticamente cumplido, a la espera de formalizar algunos flecos.

Los jueces estrella, aunque en su infinita soberbia no se den cuenta, ya no pintan nada.