Asturias, felicitada por su índice de dependientes en espera de recibir ayuda

Jorge Luis Borges aventuraba en el poema póstumamente atribuido a él -y rescatado por el escritor colombiano Héctor Abad Faciolince- que «ya somos el olvido que seremos», ese «polvo elemental» que, como ha de borrarnos, va adelantando el trabajo. Si Borges, prodigio de la escritura pero a la postre anciano invidente, temía ser olvidado, no les digo nada los hijos de la guerra y el hambre, la mayoría alfabetizados lo justo, bregadotes de la vida y ahora -no por gusto- seres necesitados de asistencia, como antes o después seremos todos y todas.

A ellos, la actual política de dependencia les ha acondicionado un cómodo renglón en una lista de espera para ser asistidos cuando el presupuesto menguante lo permita, y en plazos que no bajan del año vista. A los que fallecen sin haberse movido del papel oficial, se les borra; quienes lo hacen cuando ya recibían prestaciones, no siempre dejan hueco a otro, en algunas comunidades ese nicho se cierra para siempre.

Como Asturias está entre las regiones que aún asignan a otro anciano la ayuda que por puro fallecer dejó el anterior -o sea, mantiene la «tasa de reposición»- e incluso va moviendo lentamente la lista de espera, aunque en ella aún se hallen cerca de 4.000 dependientes, acaba de ser felicitada -en la medida en que lo narrado puede ser motivo de público alborozo-, desde el Observatorio Estatal de la Dependencia.

Porque aunque públicamente se sostenga que se mantienen las ayudas a la dependencia, en realidad sólo quienes en su momento las consiguieron las continúan disfrutando, eso sí, encogidas. Y a los nuevos dependientes se les hace entrar en un túnel burocrático para acabar accediendo a un hueco en una lista de espera que es, como ya hemos detallado, lo más parecido a un cementerio de elefantes. El Observatorio, de hecho, lo llama «el limbo».

La arquitectura de la asistencia a la dependencia diseñada en tiempos de vacas gordas exigía la contribución de todas las administraciones. El Estado financiaría una parte de lo que costase cada dependiente, la comunidad autónoma correspondiente sufragaría el resto, mientras que los ayuntamientos podrían complementar estas prestaciones con otras como asistencia doméstica, cáterin domiciliario, actividades de ocio, etcétera.

El Estado ha reducido su partida e indirectamente las territoriales con las exigencias de déficit impuestas a las comunidades, mientras los ayuntamientos viven su particular calvario desde que se acabó el ladrillo y, además verán a futuro recortado su margen de maniobra en asuntos asistenciales con la nueva legislación para las corporaciones locales. Así que el panorama actual es una maraña de débitos cruzados, impagos, privatizaciones parciales de servicios y desesperación de quienes necesitan la ayuda ahora mismo.

Y así, los cuidadores familiares reciben cada vez menos prestación y sus cotizaciones han provocado tal deuda monumental entre ministerios que la decisión salomónica ha sido que cada cual cotice por sí mismo, si quiere, puede o sabe. Y eso que ésta, la del cuidador familiar, era la fórmula barata. La cara, más plazas en residencias y centros de día, está congelada, tanto en centros públicos como en concertados, que ya plantean EREs.

Puede que las consultoras de reputación digan otra cosa pero yo creo que el principal indicador del nivel de desarrollo de una sociedad es el trato que dispensa a sus seres dependientes y nosotros les estamos dando estopa a quienes se dejaron las uñas para que entendiéramos lo que es ser civilizados.

Ahora tienen que pagar en parte o en todo sus medicinas, prótesis, gafas o pìezas dentales. De su pensión han de tirar para dar de comer a la prole que un día estuvo emancipada. Como en los viejos tiempos, inviernos de frío y sabañones por racanear en calefacción. Y cuando ya no puedan tirar de su carro, a confiar en que no les sorprenda la muerte esperando asistencia digna.

Como están cansados e indefensos, no estorbarán mientras el sistema que contribuyeron a construir les va dando por olvidados.