La realidad ferroviaria reaparece de forma cíclica en Gijón, ciudad tan vinculada al ferrocarril desde los primeros tiempos en los que este medio de transporte se instaló en España. No se olvide que la ciudad albergó el segundo ferrocarril instalado en España. Ahora, cuando agosto queda atrás y asoman por el horizonte las elecciones generales, Gijón vuelve a toparse con las que parecen eternas cuestiones ferroviarias.

La primera afecta a la ciudad en sí misma y se refiere a los pasos que parece que, por fin, se están dando para poner en marcha el plan de vías o, mejor, afrontar de una vez por todas la construcción de la estación que albergue los servicios ferroviarios y los de autobuses interurbanos en una zona céntrica de Gijón. El llamamiento al consenso realizado por la ministra de Fomento, Ana Pastor, para conseguir un acuerdo sobre la estación, lo más céntrica posible, es una muy buena noticia que ha de desbloquear una cuestión capital para los transportes públicos en la ciudad y para la ordenación urbana de la misma. La importancia de devolver la centralidad a la estación ferroviaria gijonesa se resume en el dato de que el tren ha perdido seiscientos mil viajeros al año desde que la estación fue trasladada desde El Humedal hasta el final de Sanz Crespo. Más que pérdida de viajeros, es una sangría inadmisible.

La segunda cuestión ferroviaria puesta estos días en el tapete gijonés es el proyecto del Gobierno del Principado de suprimir paradas de los trenes de cercanías que circulan entre Gijón y Oviedo o Pola de Lena y Puente de los Fierros para reducir la duración del viaje entre las dos principales ciudades de la región.

Cada día circulan 38 trenes entre Gijón y Oviedo, con una duración del viaje que oscila entre los 32 y los 35 minutos. De esos convoyes sólo son semidirectos cuatro, con un ahorro de tiempo entre siete y diez minutos por trayecto.

El Principado quiere aumentar los servicios semidirectos y suprimir las paradas que no aporten el 5 por ciento de viajeros a la línea. Con esa premisa, un tren que saliera de Gijón hacia Oviedo sólo se detendría en La Calzada y en las ovetenses del Norte y Llamaquique, estación a la que llegan el 33,9 por ciento de los viajeros que salen de Gijón, frente al 22,5 que se baja en la estación del Norte. Hay parroquias gijonesas cuyo único transporte público es el ferroviario, casos de Serín y Cenero. Para otras el viaje en autobús hasta Gijón puede alargarse hasta la hora, mientras que en tren dura diez minutos. Los vecinos reclaman que se mantengan los servicios ferroviarios para, entre otras cosas, frenar la despoblación de la zona rural gijonesa.

El Principado parece haber tomado nota de que ha de compaginar la necesaria mejoría de los servicios entre Gijón y Oviedo, y viceversa, con los intereses del vecindario de la zona rural. La mejora del servicio ha de incluir potenciar los trenes y sus frecuencias entre Gijón y Pola de Siero, una vez que se ha abierto el "bypass" de El Berrón, aunque sin uso. Recorrer veinte kilómetros entre las dos ciudades lleva ahora 45 minutos, con transbordo en El Berrón, cuando podría quedar reducido a 25 minutos.

Gijón merece que se le den soluciones a las cuestiones ferroviarias planteadas con visión de futuro y espíritu de servicio a los viajeros urbanos y rurales.