La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Joaquín Rábago

Doblemente rehenes

¡Pobre España! Rehén desde hace demasiado de eso que llaman "el conflicto catalán". Rehén ahora también de Bruselas y los mercados. ¿Conseguiremos salir de situación tan endiablada? Hay quien dirá que los políticos están para eso, que para eso les pagamos, pero ¿tenemos los políticos que nos merecemos? Hemos abocado a quienes acabamos de elegir a un callejón de difícil salida, que requerirá el diálogo con los otros.

El espíritu independentista de una parte de los catalanes ha sido alimentado por la irresponsable demagogia de unos políticos y la cerrazón estúpida de otros. Tal estrategia daba votos, aunque de signo contrario, a uno y otro lado del Ebro, y de ahí que se haya alimentado tantas veces de modo artificial. Se crearon así dos falsas identidades: la de una Cataluña singular, irreconciliable, heredera de un mítico pasado que tiene más de invento que otra cosa, y la de una España unida, casi monolítica, incapaz de admitir una realidad plurinacional.

Se han inventado agravios donde no los había y se ha utilizado con total falta de escrúpulos a unos territorios contra otros. Y todo para que no se hablase, o lo mínimo posible, de la corrupción de unos y de otros, de los desmanes urbanísticos, del empeoramiento de las condiciones laborales, de la destrucción de empleo, del deterioro de los servicios públicos, de las privatizaciones de lo que era rentable y la asunción por el Estado de lo que no lo era.

Y se han hecho muchas de esas cosas -por ejemplo, los recortes y privatizaciones- porque nos habíamos comprometido con Bruselas, porque nos lo exigían nuestros acreedores, porque nos lo demandaba Merkel, porque éramos y seguimos siendo rehenes de los mercados.

Y mientras catalanes y el resto de los españoles seguimos defendiendo, interpretándolo cada cual a su manera, el concepto de "nación", hemos cedido una parte de nuestra soberanía a unas burocracias administrativas y financieras que deciden sobre lo que afecta a nuestra vida diaria. Y eso, la percepción ciudadana de que hagamos lo que hagamos son finalmente otros quienes deciden por nosotros es lo que en otras partes, por ejemplo en Francia, está alimentando los populismos de extrema derecha.

La Europa que hemos construido es menos política y democrática que burocrática. De ahí esa sensación de que eso que llamamos "soberanía nacional" vale cada vez menos, de que da igual que elijamos al PP o al PSOE porque al final unos u otros gobernarán con el ojo puesto en el BCE y Bruselas.

Pero ¿hay que obedecer ciegamente lo se nos impone desde instancias no electas? ¿Es ésa la Europa que queríamos? ¿No es hora de reivindicar cierto margen de autonomía para fijar nuestras prioridades? Porque esto es lo que reclaman esos partidos de izquierda que tanto parecen asustar a los mercados y a quienes hoy llevan la voz cantante en Europa.

Compartir el artículo

stats