Ahora que han pasado las fiestas navideñas, y que, entre comida va y cena viene, quien más quien menos se ha metido unos kilitos encima (y no miro a nadie, ni siquiera a mi espejo), quiero, querido lector, y a modo de penitencia, traerle un nuevo trabajo clínico de índole metabólico, y que tiene que ver con esta ganancia ponderal.

Una investigación médica dada a conocer a finales del pasado año demostró que la obesidad acelera el envejecimiento del hígado. El análisis, desarrollado por la Universidad de California Los Ángeles (UCLA), es el primero en relacionar directamente el peso del cuerpo humano con la edad biológica de este órgano vital.

"Dada la epidemia de obesidad en el mundo occidental, los resultados de este estudio son altamente relevantes para la salud pública. Este es el primer estudio que evalúa el efecto del peso del cuerpo en las edades biológicas de una variedad de tejidos humanos", agregó Steve Horvath, profesor de genética y bioestadística de UCLA, y director del estudio, quien analizó cerca de 1.200 muestras de tejido humano para su investigación, de las cuales 140 correspondieron a tejidos de hígado.

La investigación de UCLA, desarrollada en conjunto con un equipo de investigadores alemanes, encontró que la edad biológica (o epigenética, como la denomina Horvath) del hígado aumenta 3,3 años por cada 10 unidades del Índice de Masa Corporal (IMC). Este índice se calcula dividiendo el peso en kilogramos entre la talla en metros al cuadrado. Un IMC por encima de 30, nos sugiere que dicha persona es obesa; entre 25 y 30 podemos hablar de sobrepeso y, por debajo de 25 estaremos en un peso adecuado.

La investigación -publicada en la revista científica Actas de la Academia Nacional de Ciencias- encontró que, en ese sentido y a modo de ejemplo, el hígado de una mujer que pesa poco más 90 kilos es aproximadamente tres años más viejo que el hígado de una mujer que pesa algo más de 60 kilos, si ambas tuvieran la misma estatura.

Según anunció Horvath, el próximo paso de su equipo de investigación será tratar de encontrar una forma de reducir el envejecimiento del hígado por el sobrepeso, con el fin de reducir el riesgo de diabetes o cáncer.

Y este problema de la obesidad suele tener que ver con otro concepto clínico, como es el de la insulinorresistencia. En este caso, ante una ingesta abundante de hidratos de carbono, la insulina que el páncreas ha vaciado a la sangre no puede actuar como es debido (la llave no puede abrir las cerraduras de las células musculares para que penetre la glucosa), por lo que este aumento de glucosa en sangre -hiperglucemia- hace que se libere más insulina -hiperinsulinemia-, y termina acumulando la grasa en el tejido adiposo, especialmente en el abdomen. Y es que los seres humanos, junto con los cerdos, son (somos) los animales que poseen (poseemos) un mayor número de adipocitos -las células del tejido adiposo que van acumulando la grasa-. Asimismo, la insulina estimula la conversión de glucosa en triglicéridos (otro tipo de grasa, cuyos niveles en sangre se elevan ante un elevado consumo de hidratos de carbono).

Como ve, mi estimado lector, tenemos que controlar nuestro peso para evitar este y otros problemas, como puede ser el síndrome metabólico, del que en alguna ocasión he escrito algo, y en el que en un futuro pienso hacer más hincapié.

Sin ánimo de querer amargarle el inicio del año, le deseo un feliz 2016.