Dicen en el sector inmobiliario que la recuperacion del mercado de la vivienda va por barrios, pero barrios planetarios, y con una cadencia aproximada. Así pues, a Estados Unidos le ha correspondido en 2014, supuestamente, alejar los últimos fantasmas de la poderosa crisis ladrillera precedente y empezar a mover cemento con cierta confianza. En teoría, un año después debería haber sido el turno de la España de las capitales, y un año más tarde (aproximadamente en estos precisos momentos) la gracia inmobiliaria debería descender a provincias, por ejemplo, a Gijón. Todo esto, como se verá, puede resultar confuso, e incluso rematadamente inexacto, como acaba de verificarse en la villa de Jovellanos con la fallida subasta de dos parcelas del plan de vías. Pero antes de llegar aquí hay que preguntarse, por ejemplo, ¿es acaso comparable la recuperación inmobiliaria del refinado estado de Massachusetts que la del de Iowa, cuyos lugareños lo pronuncian "aiogüey"? No, no es ésta una cuestión de clasismo, sino de realismo. Del mismo modo, no puede ser igual en Madrid el barrio de Chamberí, donde seguramente hay alguien construyendo alguna cucada de apartamentos, que el recio espacio de Vallecas-La Mancha. Y si nos fijamos en las periferias nacionales, y en los finisterres, es muy probable que esta tierra de los cilúrnigos o de los lugones se halle en mala sincronización con los puntos inmobiliarios nacionales que ya se van calentando. Es decir, que no vamos un año después de Madrid, ni dos a continuación de Boston, sino que probablemente estemos en la senda de "aiogüey", que es un poco más lenta. Esto pasa en otras esferas. Por ejemplo, Gijón está a seis horas de distancia de la Gran Vía madrileña. Nos referimos a la distancia en tren,mya que existen términos de comparación, pues un sevillano se halla a tres horas del mismo punto capitalino (exactamente a la misma distancia) desde 1992. En consecuencia, el desfase es nuestro principal infortunio.