La Eurocopa de fútbol se entiende como la más popular medida de fuerzas en tiempo de paz de las democracias occidentales, que fuera de los estadios están en guerra con el terrorismo islamista. La amenaza creciente de los fundamentalistas ha llenado de policías y militares las calles y plazas de las sedes futbolísticas de Francia, pero las autoridades no habían previsto la eclosión del terrorismo de los hinchas radicales, cuyas "hazañas" llenan estos días los noticieros. Lo que nace como una fiesta se convierte en una batalla campal en los aledaños de los terrenos de juego y en la grada, donde se visualizan multitudinarias peleas de innumerable violencia. Llamamos "ultras" a los aficionados más airados, pero estos arranques de furia incontenible carecen de ideología: suponen un nuevo aviso de la descomposición de un modelo político y social que ya sólo genera odio.
