Gijón tiene un grave problema pendiente de resolver y que exige una solución inmediata: la depuración de las aguas residuales de la zona este de la ciudad, en la que habita prácticamente la mitad de la población local. Con una planta depuradora en la que se invirtieron 36 millones de euros ya finalizada pero que no puede arrancar por decisión de los tribunales y un pretratamiento que lleva meses sin realizarse tras el desmantelamiento de la instalación anterior, los residuos fecales que generan a diario 140.000 gijoneses se vierten al mar, sin más tratamiento que un desbastado de los sólidos de mayor tamaño, a dos kilómetros y medio de la costa, a través de un emisario submarino que, para mayor desgracia, se encuentra en mal estado.

La aparición la pasada semana de una enorme mancha en el litoral que por fortuna y pese a su apariencia no albergaba contenido tóxico, pues se trataba, como confirmaron posteriormente los análisis, de algas en descomposición y restos de medusas, hizo temer lo peor. La primera impresión, que obligó a prohibir el baño en la playa de La Ñora, fue que se había producido una fuga importante en el emisario de Peñarrubia muy cerca de la costa. Se trató de una falsa alarma, pero un suceso así puede ocurrir en cualquier momento.

La depuradora de El Pisón permanece inactiva como consecuencia de una orden dictada por la Audiencia Nacional el pasado 28 de abril de 2016, ratificando sentencias anteriores. Los vecinos de la zona llevan años pleiteando contra la polémica instalación cercana a sus viviendas y han ganado todas las batallas emprendidas en los tribunales. De manera que las administraciones implicadas -la estatal, la autonómica y la local- se encuentran en un callejón sin salida. O se construye una nueva planta en otra ubicación, lo que supone que 36 millones de euros se habrán ido por el sumidero, o se resuelve de alguna forma la situación jurídica de la estación terminada y sin posibilidad de entrar en funcionamiento por mandato judicial. Mientras tanto, las aguas residuales de la zona este de Gijón siguen llegando al mar sin depurar.

Es preciso restituir con urgencia los filtros de pretratamiento que realizaban labores de desarenado y desengrasado de las aguas residuales en las instalaciones de la Plantona, para paliar en la medida de lo posible la llegada de vertidos tóxicos al mar desde el emisario submarino de Peñarrubia. Con respecto a esta necesaria actuación, el Ayuntamiento de Gijón y la Administración regional, tantas veces enfrentados, parecen ir por fin de la mano.

También es urgente la reparación del emisario, con pequeñas fugas que ponen de manifiesto su mal estado de conservación. Si la conducción submarina sufriera en este momento mayores daños, provocaría un importante daño ecológico en el litoral gijonés, por mucho que el mar Cantábrico sea "una depuradora muy potente", en palabras recientes, con tan poco fortuna como criticadas, de la consejera de Fomento, Belén Fernández.