Los plenos de Gijón, que necesitan dos sesiones ordinarias al mes en días consecutivos por lo extenso del orden del día y el número de intervenciones de los grupos políticos con representación en el Ayuntamiento, duran el doble que los de Avilés, con el mismo número de grupos municipales, y cuatro veces más que los de Oviedo, donde sólo hay un grupo menos ocupando los escaños del salón de sesiones. No hay Pleno de Gijón que, iniciado a las cuatro de la tarde, finalice antes de las nueve de la noche. Y al día siguiente, otra jornada maratoniana, hasta el punto que los grupos municipales han empezado a plantearse si merece la pena celebrar sesiones tan largas.

En el anterior mandato, los plenos se celebraban los viernes por la mañana. Uno al mes con carácter ordinario. Con la llegada de los nuevos grupos políticos se planteó convocarlos por la tarde para favorecer la participación ciudadana y de hecho es frecuente la presencia de vecinos que acuden a manifestar sus quejas. Pero en cuanto se discute su asunto, se levantan y se van y en salón solo quedan los concejales, sus asistentes y los periodistas que cubren la información municipal. Uno de los primeros plenos del nuevo mandato finalizó cerca de la una de la madrugada, lo que generó dudas legales acerca de su validez. Incluso en la actualidad existen dudas sobre si partir el Pleno en dos jornadas contabiliza legalmente como sólo una.

Cada grupo municipal de Gijón tiene la opción de presentar un máximo de seis iniciativas. Seis grupos suman por tanto 36. Además, la oposición prefiere iniciativas plenarias a ruegos y preguntas porque de salir adelante se convierten en mandato plenario de obligado cumplimiento para el equipo de gobierno. Ocurre que en un ruego o pregunta intervienen solo quien pregunta y quien responde. En una iniciativa, sin embargo, interviene el proponente, todos los grupos para dar su opinión, incluso en dos rondas de intervención, y se acaba votando. Así las sesiones se vuelven largas y tediosas. Y si se pretendía atraer al ciudadano al Pleno, el efecto que se consigue es el contrario: se le espanta.

De esta manera, no se profundiza en los asuntos realmente importantes; los grupos mantienen sus iniciativas pese a saber que no van a salir adelante; la transcripción de actas se retrasa por el volumen de intervenciones y, para más inri, el actual mandato se ha llenado de propuestas peregrinas que conducen a un debate baldío. Los gijoneses esperan de los políticos que ocupan los escaños de su Ayuntamiento solución a problemas, necesidades y deficiencias que les afectan en el día a día; por eso no se entiende desde la calle el empecinamiento de algunos grupos en discutir en los Plenos, como hemos comprobado en los últimos meses, asuntos de escasa relevancia para el común, tal que la prohibición de autorizar la presencia de circos que muestren espectáculos con animales, la declaración de apoyo al proceso de paz en Colombia o aprobar una moción a favor de boicot y sanciones contra el gobierno de Israel.

El Ayuntamiento de Gijón no es la ONU sino el lugar donde hay que resolver los problemas que, dentro del ámbito competencial municipal, afectan a los habitantes de esta ciudad. Al Pleno deben llegar los asuntos realmente relevantes. Los asuntos menores deben ventilarse en las comisiones informativas previas. Ahora que está en proceso de revisión el Reglamento municipal de Gijón se antoja un buen momento para ajustar tanto los horarios de los plenos como el número de iniciativas a aceptar. Que los asuntos lleguen al Pleno suficientemente pactados de antemano sería otra buena opción.