Regreso al pasado y a las noticias de hace dos siglos. Lo más habitual en el invierno asturiano es que nieve. Y una nevada -copiosa, sí; excepcional, no- mantuvo la región incomunicada por tren con la Meseta durante seis días de la semana pasada. Es como si Asturias hubiera entrado de repente en el túnel del tiempo y retrocediera a aquella época en la que soportaba unas comunicaciones deficientes y los ciudadanos, hartos, acudían a concentrarse a la plaza de la Escandalera para exigir un paso digno por el puerto. Casi 7.000 pasajeros han sufrido las consecuencias y tenido que variar de planes o padecer un viaje rocambolesco para desplazarse a Madrid, mitad en autobús, parando en cada estación, mitad en ferrocarril.

Entre la tarde del pasado lunes día 5 y la del sábado 10, la pendiente ferroviaria de Pajares estuvo cerrada para el tráfico de viajeros. Los actuales protocolos de seguridad impiden que los trenes circulen a partir de 70 centímetros de nieve acumulados junto al tendido. El viejo trazado hacia la Meseta es de vía única, lo que limita las opciones de rescate. Y existe un tramo ciego de siete kilómetros al que sólo puede accederse desde la propia caja del trazado, sin sendas o caminos externos en las inmediaciones.

No es la primera vez que un tren de pasajeros queda varado en la ascensión durante una nevada. A comienzos de la década de los ochenta del pasado siglo, los ocupantes de un expreso nocturno vivieron su particular odisea al permanecer durante veinticuatro horas en mitad de un desierto blanco, sin agua ni comida, con media unidad dentro de un túnel y la otra fuera. Hasta que dos locomotoras lograron alcanzar la cola del convoy y devolverlo a la estación de Oviedo.

Ochenta y nueve servicios quedaron suprimidos. Los viajeros fueron transportados en autobuses desde Gijón a León, y viceversa. También hubo problemas con ramas y árboles caídos sobre la catenaria. A pesar de remitir la tormenta y de restablecerse la circulación, las incidencias siguen siendo habituales en la línea, convirtiendo el trayecto en un calvario con retrasos y transbordos. Paradójicamente, los mercancías sí funcionan porque las máquinas arrastran menos carga de la habitual y llevan delante una cuña quitanieves.

Con el desarrollo de las infraestructuras, la abundancia de tecnología, el progreso de las ciencias predictivas y los medios públicos existentes, ¿es normal que avanzado el siglo XXI los asturianos deban soportar todo esto? ¿Aceptarían que cerrar indefinidamente tramos fuera la respuesta a cualquier eventualidad por carretera? ¿Sería admisible que las grandes ciudades pasaran días y días con el suministro de luz interrumpido o con bajones de tensión por averías, lo que ocurría antaño? ¿Alguien toleraría que el abastecimiento de agua dejara de estar garantizado y volviéramos a la época de los cortes estivales y el racionamiento que algunos núcleos asturianos sufrieron hasta hace bien poco? Que las cosas elementales, como la electricidad, el saneamiento o las comunicaciones, funcionen salvo cataclismo diferencia a las sociedades modernas de las atrasadas.

Según datos que divulgó esta semana el Instituto Nacional de Estadística, el uso del avión para recorrer distancias medias dentro de España aumenta más del doble que el del AVE. Después del hachazo de los años 2012 y 2013, con un acusado descenso de la actividad de los aeropuertos y el despegue espectacular de la alta velocidad, las aerolíneas han logrado frenar el retroceso gracias al turismo, los negocios y los vuelos baratos. El ferrocarril crece en España un 3,4%. El transporte doméstico por aviación, un 8,3%.

Aquí, ni de lo uno, ni de lo otro. Volar desde el Principado cuesta un ojo de la cara, y a destinos muy reducidos por las limitadas conexiones nacionales y las escasas internacionales. Subirse a un vagón, de cercanías o largo recorrido, supone revivir estampas del baúl de los tatarabuelos, de cuando el "tren burra" avanzaba al paso de un cuadrúpedo por Pajares o los pasajeros tenían que apearse para que los convoyes salvaran el plano inclinado entre las localidades sierense de San Pedro y La Florida, un desnivel del 12%.

Mientras, la Variante sigue cerrada. Dos túneles de 25 kilómetros a la altura de los mejores del mundo, y todavía hay que seguir discutiendo si son galgos o podencos para abrirlos. Cuando no es por falta de financiación o de compromiso, son las discusiones bizantinas entre los propios políticos asturianos las que originan dilaciones. Así ocurrió con la Autovía del Cantábrico, demorada por la división existente sobre si debía diseñarse por el interior o por la costa. Así ocurre con la Ronda Norte de Oviedo, sobre la que el tripartito discrepa antes de saber siquiera por dónde va a transcurrir la calzada.

El drama de las infraestructuras asturianas es que desde que se piensan por primera vez hasta que se ejecutan transcurren cincuenta años. Literalmente. Sin una idea global de región y sin acuerdos básicos, Asturias llega siempre medio siglo tarde a casi todo lo importante.