Opinión | Lo que hay que oír

La cabeza de San Juan y otras pildoritas

Unas vidas con demasiado ruido

La cabeza de San Juan y otras pildoritas

La cabeza de San Juan y otras pildoritas / LNE

Tengo encendida la tele para ver los titulares del noticiero de mediodía. La primera cadena de la televisión pública. Es sábado. Tractores vienen y van. Tractorada que te crió. Oigo al locutor ilustrarnos sobre las imágenes que vemos: corresponden, según él, a "San Juan de las Cabezas". Y me rebelo muy mucho. Esa población del Bajo Guadalquivir se llama Las Cabezas de San Juan, no eso que dijo el hombre. Y se llama así por los cerros (las "cabezas") que la adornan y que fueron arrebatados al árabe por los caballeros de la Orden de San Juan. Pero mi rebelión viene hirviente por lo que en esa localidad cabeceña ocurrió merced a un asturiano (o dos, si cuento a Evaristo San Miguel). Copio de la wiki: "Es famosa sobre todo porque allí proclamó el entonces teniente coronel Rafael del Riego la Constitución de 1812 el día 1 de enero de 1820, dando lugar al primer período de monarquía constitucional de la historia de España, el llamado Trienio Liberal". Y sublevó al 2º batallón del Regimiento de Asturias en primer lugar. Y hay que leer un poco, señor locutor.

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Observen la neozafiedad de este titular ignaro, en ese diario nacional que un día fuera referencia justa y necesaria: "El PSOE y el PP se enzarzan por la derivada del ‘caso Koldo’ en Baleares". ¿Qué coño significa ese vano neosustantivo ("derivada") que quiere sustituir a la "deriva" de siempre, la que anuncia una evolución, una desviación de cualquier cosa y con la que nos entendíamos de maravilla. Líbranos, Señor, de tanto ilustrado a la violeta que no sabe lo que dice.

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Qué empacho de macabrismo la de quien escribió hace unos días el pie de foto de un grupo de mozalbetes de hace ya muchos años, del pasado siglo lejano, que se habían juntado para darle al balón en un campeonato de fútbol de empresas. Es más: da respingo, o me da respingo. Facilita el nombre de los retratados y finaliza así: "Fuera de plano alguno fallecido". Qué respingo, sí, pero qué verdad. Los muertos tienen por costumbre salirse de plano. Y muchos vivos los apuran o apuramos a ello.

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Yasmina Álvarez Menéndez es profe y es poeta y tinetense y anda por los escaparates y por las mesas presentatorias su "Cancelación del ruido". No encontrarán ustedes mayor partidario de cancelar el ruido que un servidor. Pero vamos a los que vamos. Creo haber leído los libros de poesía necesarios para no ser ceporro en la materia. Pero ni soy experto, ni gran frecuentador, ni ná de ná: solo un esporádico componedor de décimas o espinelas −algo procaces, ay− para aliviar la desazón ruidosa de las salas de espera. Así que leo el libro de Yasmina por razón que diré al final. Me agrada mucho no tener que tirar de diccionario para entender sus palabras. Me conturba no poco esa especie de amplio desconcierto vital en que parece vivir la voz que canta. Me identifico con todas sus páginas (¿tristes?) y no falta día en que no clame como la autora por "cancelar el ruido y descansar, descansar", pues el susurro de la duda y no el ruido es la madre de las ideas, ya que sólo los ignorantes y los fanáticos no vacilan nunca (cortesía de Stefan Zweig). En la página 66 leo este encabezamiento: "Con Brel y con Paco". Y me emociono todo. Y se me pianta un lagrimón por mi Brel, que hoy, mientras escribo estas líneas, cumpliría 11 años. Gracias.

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¿Se acuerdan de Antonio Gala, otrora famoso hasta decir basta, el conferenciante de caché más elevado en este país (decían: no sé si Cela...)? Nos dejó una frase que me pone las puntas de pelo (he errado adrede) cada vez que me la repito y que esta semana les traigo: "Ser viejo es ser vencido por la amarga sospecha de no importarle a nadie".

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