Llanes, Ignacio PULIDO

Toró es una de las más de cuarenta playas que salpican el litoral llanisco. De carácter semiurbano, este arenal destaca por la tranquilidad de sus aguas y su peculiar orografía, salpicada por decenas de pináculos calcáreos que le confieren un aspecto cuando menos singular. Galardonada con la Q de calidad y con la bandera azul, Toró recibe durante el verano la visita de miles de turistas que, tendidos sobre su fina arena, se relajan al ritmo cadencioso de las olas del Cantábrico.

La playa de Toró se enmarca dentro del paisaje protegido de la costa oriental, un segmento del litoral asturiano donde la alternancia entre rocas calizas y cuarcitas ha dado lugar a un sinfín de formaciones geomorfológicas de diversa índole. Este arenal, conocido también como «El sable Toró», ocupa un área de unos 220 metros de longitud y 40 metros de anchura media. Situado al este de la desembocadura del río Carrocéu -cuyo último tramo atraviesa el centro de la villa llanisca-, goza por lo general del beneplácito del mar, que suele brindarle múltiples jornadas de aguas tranquilas.

La superficie de Toró está cubierta en su mayoría por una fina arena de color blanco que contrasta con los tonos grisáceos de las decenas de pináculos calcáreos que ocupan su zona central. La capacidad de disolución de la roca caliza ha dado lugar a formas inverosímiles, en las que la meteorización ha actuado como escultora recreándose en el labrado de alveolizaciones imposibles.

Pero en Toró no sólo es apreciable el arte creado por la naturaleza. En su extremo oriental, el azul turquesa de las aguas ha aprendido a convivir con el colorido de «Los cubos de la memoria», que fueron pintados por el artista vasco Agustín Ibarrola durante la primera mitad de la década y que ofrecen protección a la barra del muelle pesquero, confiriendo a la cotidianidad de su función una categoría superior, tan sólo accesible a través del sublime ejercicio de los pinceles.

Todas estas características han sabido encandilar a los usuarios que se dejan caer por Toró. Adrián Santos, fiel a sus principios, acude a esta playa desde su infancia. Con 80 años de edad a sus espaldas, Santos no perdona ni un solo baño en las aguas llaniscas, a las que no para de elogiar. «Vine a Toró desde mi niñez. Aquellos tiempos fueron fenomenales jugando en la orilla del mar. Incluso llegué a ver la maroma y las boyas que se internaban en el mar para facilitar el baño a las personas que no sabían nadar», señala este asturiano, que emigró al extranjero durante la posguerra. «Viví durante treinta años en Alemania. Regresé en 1963 y desde entonces no he dejado de visitar Toró, primero con mis hijos y ahora con mi mujer. Es un paraje ideal», sentencia mientras disfruta del sol matinal junto a su esposa, María Teresa Sobrino.

Toró es una de las playas orientales con más galardones. En su paseo ondean la bandera de la Q de calidad y la azul, dos prestigiosos galardones que son testimonio visible de la calidad de sus aguas y de los múltiples servicios que ofrece a los bañistas. Sin ir más lejos, el arenal cuenta con duchas, baños, teléfono público, servicio de vigilancia, centro de reciclado selectivo y una zona de baños acotada.

Además, entre sus instalaciones también se ha materializado la eliminación de barreras, con la disponibilidad de baños y acceso para personas con minusvalía. La cercanía de hostelerías y el fácil acceso, que se puede efectuar tras una pequeña caminata desde Llanes o en coche, completan la oferta de la playa de Toró, donde se han respetado las condiciones naturales sin dejar a un lado los servicios más punteros.