Artesano gaitero

Colunga. A. HEVIA

Artesano completamente autodidacta, Miguel Ángel Alonso Cachafeiro nació en Berbes (Ribadesella) pero lleva desde los 12 años en Colunga, donde regenta en la avenida de la playa un taller de fabricación de gaitas y otros instrumentos de música que se está haciendo un nombre por su seriedad y profesionalidad.

-¿En qué trabajaba usted antes?

-Yo desempeñé muchos oficios. Estuve un tiempo de cartero, de vendedor ambulante y de conductor, pero ahora me entró el gusanillo de la gaita al ver a un hijo mío tocándola. Quise hacer la gaita en la que iba a tocar él y así empecé. Ahora llevo ya 15 años de artesano y tres en esta nueva tienda.

-¿Dónde se puede aprender este oficio?

-Ahora mismo no hay ningún sitio donde se pueda aprender a fabricar gaitas. No hay ninguna escuela de luthiers o de fabricantes de gaitas. Tengo en mente abrir una escuela de aprendizaje, pero hace falta un poquitín de apoyo.

-¿Qué es lo más difícil de su trabajo?

-Conseguir vivir de él. Hoy por hoy está la cosa bastante floja.

-¿Y de la fabricación de la gaita?

-El puntero, sin duda. No es sólo hacer unos agujeros con un taladro. La afinación de la gaita debe ser lo más perfecta posible, pues hoy ya muchos prefieren los instrumentos eléctricos.

-¿Qué partes tiene la gaita?

-La gaita clásica asturiana lleva una bolsa para almacenar el aire, el fuelle, que va recubierto de un vestido, donde van el roncón, el soplete para hincharlo y el puntero o flauta melódica, que a su vez está compuesta de varios componentes.

-¿Cuánto se tarda en hacer una?

-Teniendo la madera preparada y en perfecto estado, una gaita sencilla puede elaborarse en tres días, trabajando ocho o diez horas al día.

-¿Qué tipo de madera utiliza?

-Utilizamos cuatro maderas diferentes: la de boj, que es autóctona y una de las mejores que hay; también se emplea la de ébano, granadillo y otras maderas tropicales, que son las que más se ajustan al timbre que queremos tener. La gaita requiere de maderas con bastante dureza y que sean fáciles de trabajar.

-¿Cómo aprendió usted el oficio?

-Sin maestro ninguno. Aprendí yo mismo, porque nunca había trabajado la madera, y fui aprendiendo algo de la gente que venía por aquí, porque yo en realidad no sé tocar la gaita. Sé ejecutar alguna nota, probar un puntero y dar la escala a ver si funciona. Por eso tenía que preguntar a otros gaiteros, entre ellos a Hevia, que también me fue orientando. Siempre he intentando acercarme a los mejores fabricantes del mercado, aunque no sé si lo habré logrado.

-¿Qué diferencias tiene la gaita asturiana con las demás?

-Lo que es la cornamusa o gaita es básicamente el mismo instrumento en todas partes; lo que cambia es la flauta o puntero y el tipo de palluela. Todo depende de dónde lleve los agujeros. Además, una gaita escocesa puede llevar un roncón, como la asturiana, y a ésta se le pueden ponerle dos o tres roncones también.

-¿En qué se diferencia una gaita tradicional de otra eléctrica?

-La eléctrica no desafina nunca y la tradicional sí, si el músico no sabe mantener la presión del aire. Hoy en día el sonido de la gaita eléctrica está tan logrado que casi no se diferencia de la tradicional. Incluso pueden llegar a desafinar alguna nota para que una sola gaita parezca como diez. Creo que la gaita eléctrica nunca va a sustituir a la tradicional. El gaitero de verdad es el que sabe tocar la gaita tradicional.

-¿En qué ha cambiado su fabricación en los últimos años?

-Hoy se utilizan nuevos materiales. Las lengüetas ya no son de caña ni los fuelles de cabrito, sino que se usa ya el goretex y otros materiales que transpiran mejor.

-¿Le cuesta desprenderse de los instrumentos que fabrica?

-Sí, porque mis gaitas son casi como un hijo, al que crías, mantienes y luego te da pena que se marche.

-¿Qué tal se encuentra la gaita de salud?

-Muy bien. Hay gente joven con mucho nivel, y se nota que desde hace unos ocho años ha habido un impulso grande. Hoy en casi todos los colegios y ayuntamientos se pueden encontrar clases de gaitas.