Ribadesella, Ramón DÍAZ

El futuro de El Concilio parece impredecible, al defender las administraciones regional y local, ambas en manos de Foro Asturias, propuestas radicalmente diferentes para esa unidad de actuación, situada en El Picu, junto al puerto deportivo de Ribadesella. Mientras que la Consejería de Cultura ha decidido proteger el edificio existente en la propiedad -en la actualidad, en estado de absoluta ruina-, el Ayuntamiento de Ribadesella ha dado luz verde a la modificación del planeamiento local y al convenio urbanístico que permiten derribar el inmueble y levantar un edificio de tres plantas, con 22 apartamentos, y 56 plazas de aparcamiento.

El galimatías en torno a la propiedad en la que se levanta el antiguo edificio de la panadería Toraño se complicó aún más ayer, al publicar el «Boletín Oficial del Principado de Asturias» (BOPA) la resolución de la Consejería de Cultura desvelada el pasado sábado por LA NUEVA ESPAÑA, por la que se incoa expediente para la inclusión del edificio en el Inventario del Patrimonio Cultural de Asturias. Esta propuesta de protección llega sólo cinco días después de que el BOPA publicara un anuncio del Ayuntamiento de Ribadesella por el que se aprobaba el convenio urbanístico de El Concilio. Así las cosas, Principado y Ayuntamiento discrepan abiertamente al abordar el futuro de El Concilio, una propiedad situada en pleno casco urbano, cuyos dueños llevan casi tres décadas intentando sin éxito desarrollar.

Cultura quiere proteger el edificio por considerar que constituye «un ejemplo singular y ya casi único de las primeras tahonas industriales instaladas en Asturias en las décadas finales del siglo XIX». Fruto de la promoción indiana, el edificio de la antigua panadería, construido hacia 1890, es, según la Consejería, «un testimonio del inicio de la urbanización del arenal de Santa Marina, zona de expansión del núcleo histórico de Ribadesella». La conclusión de Cultura es que el edificio tiene interés patrimonial, por lo que debe ser protegido. Y ha establecido como entorno de protección provisional de la construcción la parcela catastral en la que se emplaza. La decisión de Cultura atiende la propuesta realizada el pasado día 3 por el Consejo del Patrimonio Cultural de Asturias.

La antigua panadería La Chiquita -el nombre de panadería Toraño se corresponde con el apellido de su primer propietario-, ocupa una finca de 488 metros cuadrados. El edificio, según Cultura, se corresponde «con una construcción funcional y bien resuelta», que comprendía el espacio de producción junto con el de venta de pan al público: una zona de taller, artesanal, con los hornos de la tahona; otra de despacho o comercio y una zona de almacén propia. «Es un edificio representativo de una tipología que se introduce en Asturias en el siglo XIX y de la que apenas se conservan ejemplos, y aún menos de esta escala, datación, diseño e implantación urbana», añade la Consejería.

La construcción cuenta con dos naves, que ocupan en conjunto una superficie de 290 metros cuadrados, adosadas por la medianera. La armadura de cubierta se resuelve con madera, aleros de corto vuelo a base de tablilla y teja (plana, industrial, con el sello de la Sociedad Cerámica Asturiana de San Claudio), y en los almacenes, teja árabe. Destaca el recurso al hierro fundido tanto en los antepechos de las ventanas como en las tres columnillas de fuste estriado que sustentan el pórtico y que conservan el sello de la factoría ovetense de La Amistad. En cuanto a la organización interior, está desvirtuada por las sucesivas ocupaciones que tuvo el edificio a lo largo del siglo XX.

La panadería La Chiquita fue promovida por el indiano José Toraño hacia 1890. Fue la primera panadería industrial de la capital riosellana. Era un establecimiento moderno y urbano que obedecía al conocimiento del negocio que tenía su promotor, quien durante su etapa como emigrante en La Habana había regentado una panadería.

A la muerte de José Toraño, en 1910, sus herederos toman el relevo de las propiedades, constando como dueña del inmueble su viuda, María Junco Coro, aunque la dirección efectiva del establecimiento recaería en su hijo Salvador Toraño Junco. A la muerte de María Junco en 1949, se produce el reparto definitivo de los bienes de José Toraño entre sus herederos, figurando como propietario de la panadería Manuel Toraño Junco, el último de los hijos del matrimonio.

En 1970 cesa la actividad industrial de la panadería. Funciona entre esa fecha y 1983 un restaurante y bar denominado Vista al Sella, regentado por un matrimonio y conocido popularmente como bar El Concilio, nombre que ha calado en la memoria colectiva de Ribadesella. Parece que tal denominación obedece a la cercanía, en el tiempo de su apertura, del concilio Vaticano II, y a que entre la clientela se contaban varios sacerdotes.

Para el establecimiento de este bar se llevaron a cabo diversas modificaciones: en la antigua zona de hornos se instaló la cocina, aprovechando para el tiro de ésta las antiguas chimeneas; el altillo se compartimentó como vivienda de la familia que regentaba el restaurante y se dividió una nave, que se recuerda diáfana, para uso del bar y comedor separados.

Existieron otros aprovechamientos para la antigua panadería. En los años setenta, en la zona oeste, se habilitaron cinco habitaciones para su alquiler en temporada estival: tres dobles y dos individuales.

Por último, hasta el verano de 1982, funcionó un pub musical, de nombre Chico Pub, en la antigua zona de almacén.